Sudán es un auténtico diamante en bruto para la escena turística mundial. Este país, ubicado al sur de Egipto, rivaliza en encantos con su país vecino pero no ha sabido cuidarlos y venderlos.

De hecho, según destaca La Vanguardia, aunque más pequeñas, esta nación suma más pirámides que el propio país de los faraones. No obstante, estas estructuras milenarias sudanesas solo consiguieron atraer en 2018 a 700.000 turistas, muy por debajo de los más de 10 millones que llegaron a tierras egipcias.

Entre los motivos de esta enorme diferencia, además de una distancia de viaje ligeramente superior, destacan los conflictos bajo el gobierno de Omar al-Bashir, la dificultad para obtener un visado y las carencias en cuanto a infraestructuras y buenos hoteles fuera de la capital, Jartum.

No obstante, nuevos aires corren en el país desde que Al-Bashir fuese derrocado el pasado mes de abril. Actualmente, el gobierno civil de transición han flexibilizado la entrega de visados y han eliminado la norma que exigía un permiso especial para poder abandonar Jartum.

Además se ha creado un centro de visitantes en Meroe, una ciudad antigua en la orilla este del río Nilo al noreste de la capital. En él se explica la historia del país y las características de sus construcciones. También permitirán a los visitantes acceder por primera vez al interior de las pirámides y pronto podrán entrar a las tumbas inferiores.

Graham Abdel-Qadir, subsecretario del ministerio de Información, Cultura y Turismo ya ha confirmado que “ha habido un aumento de turistas, en octubre y noviembre, gracias al nuevo sistema”. Sostiene que Sudán necesita turistas tras décadas de aislamiento e hiperinflación.