Palma (Mallorca) vivió este viernes una jornada de auténtico colapso turístico con la llegada simultánea de tres cruceros y del USS Gerald R. Ford, el mayor portaaviones del mundo. La coincidencia de ambos desembarcos convirtió el centro histórico en una marea humana, donde resultaba casi imposible distinguir a los más de 4.500 marines estadounidenses que han comenzado su permiso en la isla.

Mientras las calles del casco antiguo quedaban saturadas por el flujo de visitantes de los cruceros, la tripulación del buque insignia de la Armada de Estados Unidos optaba por excursiones organizadas hacia destinos como Valldemossa, las Coves del Drach o Magaluf. Este movimiento, cuidadosamente planificado, evitó un desbordamiento mayor en la capital balear, aunque no redujo la sensación de masificación entre vecinos y comerciantes.

El operativo incluyó la instalación de un dique flotante junto al portaaviones, que permitió el traslado de los marineros en embarcaciones privadas, golondrinas y chárters hasta el Dique del Oeste. Desde allí partieron los autocares contratados para cubrir rutas turísticas de hasta 15 horas, en un despliegue logístico que buscaba coordinar la movilidad del contingente.

Pese a este dispositivo, la percepción en Palma fue la de un centro histórico desbordado, con calles prácticamente intransitables por la concentración de turistas. Los militares pasaron casi inadvertidos en una jornada en la que el protagonismo recayó en el turismo masivo y en la incapacidad de la ciudad para absorber semejante afluencia.

El colapso vivido ha reavivado el debate sobre la capacidad de carga turística de Palma y los retos que supone gestionar la llegada simultánea de grandes cruceros y contingentes como el del USS Gerald R. Ford.