Los pabellones de las Exposiciones Universales son un escaparate a nivel mundial para los países participantes en los eventos. Aunque no se puede obviar que muchos de estos elementos han caído en el olvido, otros como la Torre Eiffel se han erigido como símbolos incuestionables de las naciones que los albergan. Algunas ciudades han sabido aprovechar el tirón de su importancia arquitectónica y su estética para convertirlos tras las Exposiciones en reclamos turísticos reconocidos a nivel mundial. Otras, sin embargo, no han tenido la visión y el empuje para su puesta en valor y han dejado pasar la oportunidad de contar con iconos de los convierten a un destino turístico en irrepetible.

Una joya del movimiento moderno en Barcelona

El Pabellón Alemán de Barcelona fue diseñado por Ludwig Mies van der Rohe como pabellón nacional de Alemania para la Exposición Internacional de Barcelona que se celebró en Montjuic en 1929. Está considerado como una joya arquitectónica del movimiento moderno. Además, fue una oportunidad para demostrar el carácter progresista de la República de Weymar.  El país germano quiso preservar el edificio, sin embargo debido a las dificultades económicas lo desmontaron en enero de 1930 y sus partes recuperables fueron vendidas. 

Oriol Bohigas impulsó su reconstrucción en 1980 y los arquitectos Ignasi Solá Morales, Cristian Ciria y Fernando Ramos fueron los encargados de la investigación, diseño y dirección de la obra. Los trabajos se iniciaron en 1983 y en 1986 ya estaba terminado. Para levantarlo eligieron su emplazamiento original en Montjuic. El edificio cuenta con 1050 metros cuadrados y en la actualidad acoge de forma esporádica presentaciones y exposiciones generales. La entrada general cuesta cinco euros y se pueden contratar los servicios de un guía especializado. 

Pabellón alemán de Barcelona

Pabellón Alemán en Montjuic, Barcelona

Un átomo gigantesco brilla en Bruselas

El Atomium, obra de André Waterkeyn, fue el símbolo y el pabellón principal de la Exposición Universal de Bruselas de 1958. La instalación representa a un átomo de hierro ampliado 165.000 millones de veces, mide 102 metros de altura y está formado por 9 esferas de 18 metros de diámetro comunicadas por escaleras mecánicas. En la actualidad alberga exposiciones permanentes y temporales y en su esfera superior cuenta con un restaurante. 

En 2016 la instalación recibió un total de 430.774 visitantes, una cifra menor a la alcanzada en 2015 cuando se llegó a los 622.396. Esta reducción se vincula a los recientes ataques terroristas.  El precio de la entrada general es de doce euros.

Atomium en Bruselas

Atomium, en Bruselas

En Chile, sede de un museo

El Pabellón París fue construido en Francia en 1889 para representar a Chile en la Exposición Universal de París. Cuando acabó la exposición en la capital francesa, se desmontó y se trasladó a Santiago donde se reconstruyó en 1894. En 1986 el Ministerio de Educación de Chile lo catalogó como Monumento Histórico Nacional.  En 1984 albergó la Exposición de Minería y Metalurgia. En 1968 pasó a ser el edificio del Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio y desde 1992 alberga el Museo Artequin. El precio de la entrada es de 2.15 euros. 

Pabellón París en Chile

Museo Artequín en Santigo de Chile

 

En Madrid, el abandono de una joya premiada

El Pabellón de los Hexágonos representó a España en la Exposición Universal de Bruselas 58, donde ganó el primer premio por delante del Atomium, anteriormente mencionado. Fue obra de los arquitectos José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, artífices también del emblemático hotel RIU Palace Oasis, en Maspalomas, al sur de la isla de Gran Canaria.

Pabellón de España en Bruselas 1958

Pabellón de España en 1958

El edificio de los Hexágonos, que ahora está ubicado en la Casa de Campo, en Madrid, es una versión del original. Se construyó en 1959 y permaneció abierta hasta 1975. Desde entonces se han propuesto varias iniciativas para salvarlo del abandono. En 1991, se propuso moverlo hasta el Paseo Imperial. En 2001 se anuncio un Plan de Rehabilitación y traslado al Campo de las Naciones y en 2014, el Ayuntamiento prometió convertirlo en la nueva jefatura de bomberos. Sin embargo, ninguna acción se ha llevado a cabo hasta ahora a excepción de algún uso esporádico como Escuela Taller de un programa de “construcción de hexágonos del Inem” del que todavía se puede ver el cartel oxidado en las inmediaciones. 

Se ha anunciado que durante las próximas semanas se hará un diagnóstico sobre el estado del edificio y luego se elaborará un estudio para recuperarlo. Sin embargo, dados los antecedentes y los planes infructuosos por los que ha pasado la instalación puede que vuelva a caer en el olvido. 

Pabellón de los Hexágonos en 1958 y en la actualidad

Pabellón de los Hexágonos en 1958 y en la actualidad

Reutilización como clave de éxito 

Es indiscutible que los elementos protagonistas de las Exposiciones Universales celebradas desde finales del siglo XIX se han convertido en grandes productos turísticos en las ciudades que han sabido aprovechar su valor para atraer a miles de visitantes. Si el Atomium es uno de los símbolos de Bruselas y uno de sus monumentos más visitados, quizás Madrid debería dirigir la mirada hacia la instalación que en 1958 se hizo con el primer puesto del evento celebrado en la capital de Bélgica. Existiendo antecedentes positivos que generan cada año millones de beneficios en las regiones que los albergan, seguir ignorando al Pabellón de los Hexágonos significa rechazar una joya que podría generar valor a una capital europea de gran importancia como es Madrid.