Antes de nada sería importante definir y diferenciar las tasas y los impuestos, ya que se suelen confundir a menudo, como he leído en algunos artículos y tienen finalidades distintas.

Tasa es aquel tributo que se impone por disfrute de ciertos servicios o al ejercicio de ciertas actividades. Las tasas van destinadas a financiar un servicio o uso concreto prestado por la Administración pública.

El impuesto es un tributo que se exige en función de la capacidad económica de los obligados a su pago. Los impuestos tienen como objetivo financiar los gastos de las Administraciones públicas.

 

Por tanto, la tasa turística sería el tributo por un servicio turístico ofrecido por la Administración pública competente, pero que yo sepa, la Administración no ofrece al consumidor ningún servicio turístico, sino que gestiona (cuando lo hace) la actividad turística en su territorio.

Así, tengo una gran duda sobre la definición de la ecotasa para el turismo que se aplica, por ejemplo, en las Islas Baleares. Esta es diferente y entiendo que adicional a la tasa turística, ya que, si la tasa es un tributo por un servicio prestado, la financiación que se lleva a cabo con el dinero recaudado por esta tasa ambiental se destina muy poco a recuperación y conservación del entorno natural amenazado y sí incluyen diferentes proyectos de infraestructuras, como desalinizadoras, que no es negativo, pero tampoco tiene nada que ver con la recuperación del entorno natural.

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Masificación turística en Oporto (Portugal) | Foto: Arturo Crosby

La propia definición de la UE sobre la tasa ambiental, mejor dicho impuesto ambiental (environmental tax) se aplica a las actividades dañinas con el medio ambiente, basándose en el principio de quien contamina paga, algo que conceptualmente no veo su relación con la definición de tasa, porque no existe ningún tipo de servicio.

Y a nivel europeo, el impuesto ambiental se aplica especialmente a la energía (77%), transporte (20%) y un 3% a la polución y recursos.

Uno de los mayores problemas es la gestión de estos ingresos cuando entra en una Administración pública, acorde al sistema actual, ya que no existe control de su destino final para quienes contribuyen. Y claro, seguramente esto sería más fácil en Administraciones locales pequeñas, donde se pueda ejercer un control mayor sobre su transparencia y logro de objetivos marcados.

Si el turismo aportase beneficios perceptibles a la población y su entorno natural, no se necesitarían tasas o ingresos adicionales

Retomando la tasa turística, me quedo sorprendido con la cantidad de países que cobran una tasa turística de una u otra forma, porque son los turistas quienes deben abonar un dinero extra por el hecho de pernoctar o entrar o salir al país, variando su importe de una forma muy considerable, que puede ir desde 2€/día/persona hasta un 17% de la factura en los hoteles de Houston (Texas, Estados Unidos). En España ya hay destinos que lo han aplicado y parece que se quiere expandir por el resto del territorio.

Tasa turística, ecotasa y turistofobia. ¿Por qué una tasa puede ser beneficiosa?

En general, según he leído, se confunde bastante la tasa turística con la ecotasa al turismo en los pocos lugares donde existe, y en ambos casos, en mi opinión, no responden a servicios prestados por las Administraciones públicas, sino que parece más un impuesto.
 

Los beneficios que recibe y percibe la población local de un destino por la actividad turística son mayoritariamente nulos


Los beneficios económicos, sociales y ambientales que recibe y percibe la población local de un destino por la actividad turística son mayoritariamente nulos, versus los que reciben las empresas y administraciones turísticas, por lo que se ha creado una animadversión creciente hacia los turistas y no tanto al turismo, aunque también, viéndolos como una amenaza inmediata y reaccionando de una forma cada vez más activa en su contra, ya que la percepción de la comunidad es negativa por el encarecimiento exponencial de todos los costes, falta de residencias, residuos, ruidos, masificación, alteración de costumbres, banalización, deterioro ambiental, competencia de recursos naturales, y otros recursos económicos locales, inversiones con otras prioridades y un largo etcétera.

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Impuestos vs. Tasas turísticas.

Si las tasas presupuestadas o en proyecto tuviesen el objetivo de mejorar la calidad de vida del destino, de su comunidad local, invirtiendo clara y directamente en su regeneración ambiental, social y económica, muy seguramente la población comenzaría a ver a los turistas y a la actividad económica derivada como algo positivo y beneficioso, algo que no ocurre ni de lejos en la actualidad.

Si hablamos de pago por servicios turísticos (tasa turística) los claros beneficiarios serían las Administraciones públicas competentes, pero si queremos mejorar esa calidad y evitar la turisto y turismofobia, quienes deberían ser receptores de esos tributos debería ser la comunidad local, las empresas, el destino y prioritariamente el entorno ambiental/natural y social, y consecuentemente los visitantes.

Entiendo además que la tasa sería una inversión muy importante, y no un gasto, que repercutiría directamente en estos potenciales perceptores, pero especialmente en empresas y población, por lo que podría pensarse en aportaciones económicas y de servicios adicionales por parte de las propias Administraciones y las empresas que se sumarían a dichos ingresos de las tasas consiguiendo así un fondo de inversión garantizado para la regeneración del destino no dependiente de otras financiaciones.

Por tanto, una tasa turística que es siempre mal vista por quienes pagan y quienes recaudan (empresas). Si se gestionase eficazmente hacia un objetivo de regeneración ambiental y social del destino, tendría unos efectos positivos en todos los implicados, pero es urgente cambiar el modelo actual.

 

*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.