Todos los que nos dedicamos al turismo de manera directa o indirecta estamos padeciendo las consecuencias de una pandemia, real para unos y ficticia para otros, pero que en cualquier caso pone en evidencia lo frágiles que somos, no solamente con el turismo, sino también ante el miedo escénico que se presenta y no sabemos de qué manera abordar. 

Cuando digo todos, evidentemente me refiero también a ese séquito de empresas y familias indirectas que viven del turismo y la hostelería en general; sector primario; agricultura ganadería y pesca y todas las variedades que surgen de este grupo, el plátano, la naranja, el aguacate, el tomate, la papa, el vino, los licores, los dulces, las pescaderías de barrio, los mercados, las pastelerías, el transporte, los comerciales, empresas de alimentación que viven directamente de los hoteles y restaurantes; empresas de vajilla, material y equipamiento; empresas de seguridad e higiene; empresas de formación; chefs, ayudantes, limpieza, jefes de sala y sumilleres; agencias de viajes; directores de hotel, amas de llaves y recepcionistas; equipos financieros; personal de almacenes, jardineros y socorristas; ilusionistas, artistas y tantos otros que estamos viendo como la marca España, que entre todos y cada uno construyeron aportando su granito de arena, tanto en la posición que representa como en la región que habita, se desmorona poco a poco.

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Según la Confederación Española del Comercio (CEC), en 2020, 67 mil empresas en España se han visto obligadas ya a cerrar por culpa de la pandemia y —esto lo añado yo— por la ineficacia política a la hora de aportar la ayuda necesaria; y 2.400 alojamientos turísticos no han conseguido sobrevivir, un 15% del total. El sector solo recibió 18,9 millones de visitantes extranjeros e ingresó menos de 20.000 millones, un 78,5% menos, lo que supone haber perdido más de 65 millones de turistas en 2020 y dejar de ingresar más de 72 mil millones de euros.

Algunos, parece que hablando en representación de todos y con cargos importantes en cadenas hoteleras y otros ámbitos turísticos, nos dicen mediante escritos o entrevistas en digitales, lo que se debería de hacer constantemente para salvar la Semana Santa en 2020, después nuevas conclusiones para salvar el verano en 2020, de ahí pasaron a darnos las pautas a seguir para salvar la Navidad, ahora en pleno 2021, el Carnaval sigue perdido, también la Semana Santa y ya hay alguno que se atreve a decir lo que hay que hacer para salvar el verano 2021. Pero la verdad es que nada sucede, estamos arrastrados por las decisiones políticas que nos gobiernan. La pandemia sigue su cauce como el río que baja y una sola opinión no aporta más que el tiempo que tardas en leer el artículo. Está claro que hace falta más fuerza para parar o desviar el agua de los que en la actualidad no hacen nada y no han padecido ni un solo efecto del declive económico que los antes mencionados están padeciendo.



 

Esta situación la comparo con el formato de TV Gran Hermano, donde todos nos conmovemos por ciertas situaciones y vivencias de otros desde el sofá de nuestra casa y, por supuesto, solidarizándonos por como lo sentimos en ese momento. En la vida real, vemos millones de euros en negativo, cifras y más cifras que nos llevan directamente a la bancarrota, pero son números de los que parece que nunca nos va a llegar la coletilla y le damos una importancia relativa esperando que otros, los mismos que nos están llevando al caos total, solucionen nuestras vidas.

 Salimos en su día a la calle por la gran mentira de la segunda Cumbre del Clima y la niña Greta Thunberg que, por cierto, seguramente no ha plantado un árbol en su vida. Salimos millones de personas a la calle por el mundial de fútbol, que España se trajo a casa del Sudáfrica en 2010. Salimos a la calle para reivindicar los derechos de la mujer, (dependiendo de que ideología tengan) el 8 de marzo. 700.000 personas se manifestaron en Barcelona contra el terrorismo tras el atentado de Hipercor en junio de 1987. El intento fallido de golpe de estado de 1982, 1,2 millones de personas salieron a la calle para protestar con contundencia a favor de la libertad. 1,3 millones de personas no veían motivo alguno para la intervención militar en Irak que J. M. Azar quiso apoyar y se salió a la calle.1,5 millones de personas salieron en contra de los actos terroristas de ETA y por el asesinato de Miguel Ángel Blanco.

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Y así podría seguir con unas cuantas más, la cuestión es que salimos a la calle por tonterías, por divertirnos, y por motivos serios que afectan directamente a nuestro bienestar, seguridad y libertad. ¿Y el turismo? ¿A nadie le está afectando la falta de turismo en España que somos incapaces de juntarnos todos, pacíficamente y ordenadamente y, manteniendo las normas que debemos aplicar en esta situación de pandemia, reivindicar nuestro lugar?

Si queremos salir de esta, vamos a dejar de creer en los reyes magos, a la vista está cómo estábamos hace un año y cómo estamos ahora, bajo mi humilde punto de vista, esto es cuestión de fuerza, fuerza de pensamiento y objetivos claros en todas las vertientes que abarca el turismo.

El primer paso está dado y, aunque parezca una tontería, la plataforma radicada en Baleares, “SOS Turismo” ha conseguido llamar la atención en toda España y gran parte de Europa, por encima de tertulias de radio o TV, periódicos, digitales, editoriales, opiniones periodísticas, discursos vacíos y artículos varios. El gran hermano del turismo ya tiene rostro y millones de nombres propios. Quizás es el momento de dar el segundo paso firme.

 

Víctor Rocha López es Corporate Chef F&B Culinary trainer. Autor del libro 'El humo que todo lo quema'.