No todo en el turismo es para echar fuegos artificiales. Y lo repetiré cuanto haga falta. Pero tampoco todo lo que se opina y afirma es cierto, sino todo lo contrario. En particular en lo relativo al empleo en el sector y su repercusión en el poder adquisitivo de sus empleados.

 

Se ha explicado numerosas veces, pero muchos no se lo creían. Para poner punto final a la discusión, el Instituto Nacional de Estadística acaba de dar a conocer los resultados de un nuevo análisis relativo al Índice de Precios del Trabajo (IPT), y la primera conclusión señala que el sector turístico es el que mejor ha resistido la crisis, un dato que curiosamente no han explicado adecuadamente las empresas del sector.

 

 

En dicha estadística se puede comprobar que la hora de trabajo del personal de Hostelería no ha perdido poder adquisitivo como sí ha sucedido en el conjunto de los sectores económicos de España con motivo de la crisis que arrancó en 2007 y tuvo su mayor virulencia en 2009, cuando nos salvamos por la caída de los destinos competidores al producirse las 'primaveras árabes' que siguen sumidas en sus contradicciones. El personal de Hostelería no sólo no ha perdido poder adquisitivo, sino que lo ha incrementado: el que más entre todos los sectores económicos, con un resultado de 114 (entre 2007 y 2015), mientras la media española se sitúa en 99.3, según destaca el nuevo Índice de Precios del Trabajo que se obtiene del cálculo de la diferencia entre el precio que se paga por hora trabajada y el Índice de Precios al Consumo.

 

 

Los sectores que más caen son los de Administración Pública, Sanidad y servicios sociales, Financieros y de seguros, Información y comunicaciones, Educación y Profesionales, científicas y técnicas. Esto da una visión de la incidencia de la crisis a la que los políticos han respondido de forma un poco sorprendente o inquietante, quedando como ramas de actividad menos perjudicadas la de Hostelería, Otros servicios, actividades de ocio, transportes… O sea, el sector que tiene un importante porcentaje de empleos de baja cualificación -el turístico- figura como el menos perjudicado o el más favorecido, el que ha salvado los muebles en esta década de crisis.

 

 

Devaluación salarial general

 

Sin embargo, en este sector se ha desatado desde hace unos años un llamativo debate acerca de la situación que padecen las ?kellys? o limpiadoras de habitaciones, que cobran un sueldo muy bajo y, en ocasiones, por debajo de lo establecido en convenio. Un conflicto que tiene dos versiones: la de aquellas personas perjudicadas y la de las organizaciones empresariales que señalan que no se trata de una situación generalizada y la circunscriben a algunas empresas para las que piden la actuación de los organismos públicos para perseguir esos abusos. Y es que el convenio del sector está para cumplirlo y las administraciones deben controlarlo porque es obvio que hay quien paga por debajo del convenio, o subcontrata esos servicios a empresas de limpieza que se rigen por el convenio de oficinas -el mismo que se aplica a los/as trabajadores/as de los edificios públicos- lo que supone una merma importante en el salario de esos empleados. En estos casos, los tribunales han condenado esta práctica y han de pagar a los trabajadores los salarios no devengados de forma retroactiva. Una resolución judicial que aplaude mayoritariamente el sector turístico porque se encontraban con una competencia que les perjudicaba. O sea, miremos desde otra perspectiva: la gran mayoría de las trabajadoras de limpieza que vemos en las dependencias del Ayuntamiento, del Cabildo, del Gobierno de Canarias (y me pregunto si también las limpiadoras de las sedes sindicales…) cobran menos que las empleadas del sector turístico porque se les aplica el convenio de oficinas que establece el salario en 800 euros al mes, mientras que el convenio de hostelería lo sitúa, para el mismo servicio, en 1200 euros al mes. Y los políticos y organizaciones sindicales miran para otro lado.

 

Añado que este sector turístico es el más regulado que está. Por un lado, de forma asfixiante por las diferentes normas administrativas. Por otro lado, regulado en positivo por los propios clientes o turistas, a los que un mal servicio de limpieza puede originar una campaña viral que lleve a la ruina a un establecimiento.

 

 

Estamos de acuerdo que la actividad turística se sostiene en una estructura de baja cualificación y salarios. Pero tan mal va este país que esos salarios se están equiparando al nivel adquisitivo de otros sectores productivos que exigen más cualificación o titulación. También estamos conformes en que se trata de un monocultivo que puede padecer la competencia de otros destinos más baratos (y así fue hasta la crisis de los países árabes del Mediterráneo). Claro, pero ahí tenemos otro problema que ya hemos hablado: cambiar el modelo económico (y también el modelo turístico, para hacerlo más rentable). Por ahora, el problema prioritario es poner fin a la imagen negativa e incierta del turismo para la sociedad: la turismofobia. Si lo solucionamos con objetividad y acabando con los tópicos y los argumentos sin fundamentos, veremos en el turismo una oportunidad y no una necesidad con sus debilidades a la que no nos resignamos. Yo tampoco.