Nuestras autoridades se dieron cuenta de que el caótico modelo migratorio de arribadas a mansalva de migrantes a las costas de Canarias estaba siendo muy perjudicial para la imagen del destino turístico e incompatible con la explotación ordenada de una industria turística del nivel del archipiélago. Por su situación geopolítica y penurias en los países de origen, esta tierra se fue convirtiendo en lugar ideal para el tránsito de migrantes donde permanecían cada vez más largas estancias en alojamientos turísticos, a falta de camas en los centros de acogida para esta causa. Ni siquiera se cumplía la pauta legal de deportar a sus países de origen a los que no cumplían el estatus de refugiados, que eran la mayoría.

El buen trato dispensado a los inmigrantes y el que se realizaran unas derivaciones periódicas a destinos peninsulares y europeos, que era exactamente a lo que aspiraban todos, iba creando un “efecto llamada” hasta el punto de que la situación se hizo insostenible por el mayor número de personas y barquillas que arribaban repentinamente a nuestros puertos, y otras que embarrancaban sin control en nuestras playas creando a los usuarios alarma y estupor. Se ponía en peligro la pacífica convivencia, salud de nuestros ciudadanos y de los pocos turistas que comenzaban a regresar de nuevo tras el desolador panorama que nos dejaba la infernal pandemia del Covid 19.
 

Inmigrantes en Gran Canaria

Inmigrantes en establecimiento hotelero de Gran Canaria

Para degradar nuestra imagen, medios extranjeros sensacionalistas exageraban todavía más las ingentes cantidades de migrantes alojados en zonas turísticas y, junto a otros interesados en desviar a nuestros clientes a destinos competidores, erosionaban nuestra capacidad para seguir remontando niveles de demanda en esta difícil era post covid. Como resultado de todo lo anterior, se requería de inmediato poner fin a esta forma de migración descontrolada que tanto daño estaba causando a toda la economía, lastrada además por una devastadora crisis sanitaria. O se buscaban alternativas inmediatas para apostar por una migración ordenada o la situación continuaría agravándose ante el descontento y quejas mostradas por todo el sector productivo, agentes económicos y hasta la propia sociedad civil canaria que demandaba un cambio radical de política migratoria.

Esta desordenada migración no solamente acarreaba daños en la economía local, sino que muchas de estas largas travesías, debido a los precarios medios utilizados, se tornaban en horror, tragedia y consternación por las vidas perdidas en las procelosas aguas de este Atlántico Medio. Las ilusiones de tantos jóvenes por conseguir “la tierra de oportunidad” se quedaban en agua de borraja.

Transporte de migrantes

Transporte de migrantes

Para muchos, estos viajes no fueron el maná sino puras quimeras inducidas por mafias que medraban mostrando expectativas de vida engañosas, de un supuesto y virtual mundo idílico europeo más cercano que distante a la también dura realidad en sus países de origen. Con un discurso catastrofista y manipulador hacían que los jóvenes perdieran capacidad de superación y resiliencia para remontar sus vidas en su propia patria, restándoles determinación y coraje para ser emprendedores en su tierra, con riesgo de sucumbir a la tentación de ambiciones exacerbadas pudiendo incluso poner en jaque sus vidas en casos fatales de desolación y muerte en la mar.

La solución a toda este caos la trajo por fin el “barco de la esperanza”, un programa de inmigración consensuado entre la UE con los países africanos del entorno donde se originaban los viajes. Un derroche de solidaridad y humanidad con verdaderos y útiles planes que regulaban el flujo migratorio entre África y Europa, pero también promovían proyectos económicos que despertaban conciencia de pertenencia y orgullo de patria en sus países y no expectativas poco realistas que los exponían a grandes desilusiones (encíclica Fratelli Tutti). Se admitía un amplio cupo anual solidario de inmigrantes para toda Europa en esta ruta Atlántica basado en medias históricas y tras el tiempo en el que duraba el proceso de solicitudes en la página web del programa, se rifaban permisos de residencia para trabajar en Europa. Se le llamó “la tarjeta verde europea” y daba la oportunidad a todos los agraciados a embarcarse en varios de cruceros cómodos y seguros que las oficinas de inmigración ponían a disposición de los inmigrantes para organizar un proceso ordenado e inteligente de viaje hacia Europa.

No solamente se consiguió erradicar las anteriores denostadas formas y vías de migración, sino que además se daba la oportunidad para que muchas empresas europeas y organizaciones laborales y humanitarias accedieran digitalmente a todos los currículos de inmigrantes para ayudarles en la integración e inserción sociolaboral en sus distintos sectores y países de destino. Todos sabían y elegían de antemano, según su turno asignado al azar, los países europeos donde les tocaría vivir y trabajar en función de oferta y disponibilidad.

“El barco de la esperanza” fue también un éxito para Canarias. Se consiguió de una vez por todas erradicar el acuciante problema de las pateras y cayucos. Canarias también propuso su cuota de solidaridad con estos países pero se advirtió que cualquier arribada de migrantes que no se acogiera al programa diseñado sería automáticamente neutralizada y deportados a sus países de origen, no consintiendo bajo ningún pretexto derivación ilegal de migrantes a cualquier destino en Europa. Frontex volvió a funcionar de maravilla disuadiendo con eficacia a mafias del tráfico de personas ilegales en los países de origen y el sistema de radares SIVE detectaba a la perfección con antelación cualquier contingencia de arribada de barquillas. Con ello se consiguió que a nadie le interesase más atreverse a participar en estas arriesgadas aventuras e invadir nuestras costas sin previo aviso.

Cohesión en la UE

Cohesión en la UE

Todos fueron ganadores del programa “barco de la esperanza”. La necesidad de emigrar disminuía cada año, ya que los ciudadanos se sentían más motivados a apostar por su propia tierra, a echar raíces, a confiar en nuevas iniciativas de trabajo y desarrollo más cercanas y fiables, tal vez menos ambiciosas.

Ordenar los flujos migratorios ilegales aportó seguridad, confianza y un mayor bienestar para todos los inmigrantes con claras oportunidades de trabajo y sinergia en colaboración con empresas receptoras. Para Canarias supuso un fuerte empuje en la recuperación del prestigio y buena imagen que nuestro destino turístico siempre había demostrado.

Actualmente estamos consiguiendo lentamente nuestras históricas altas ocupaciones y paralelamente, a medida que vayamos obteniendo suficiente inmunidad de rebaño producto del uso masivo de unas vacunas efectivas para el Covid 19, Canarias irá recuperando su deseada seguridad sanitaria en un ambiente optimista de vuelta a cifras de negocio anteriores a la pandemia, mejoras en todo el sector que contribuirán sin duda al bienestar y felicidad de todos los canarios.

¿Por qué no convertir este sueño en realidad? “Más, sea verdad o sueño, obrar bien es lo que importa.” (Calderón de la Barca).

 

*Fernando del Castillo y Benítez de Lugo es presidente del Centro de Iniciativas y Turismo de Gran Canaria.