Cada año, las nevadas no solo cambian en intensidad y frecuencia, sino también y especialmente en las fechas de las precipitaciones. Y es que, en los últimos años, las primeras nevadas suelen caer a finales de noviembre y, después, a mitad o finales de enero. Pero la causa del cambio de la estación invernal, que afecta al turismo de nieve, es que las grandes precipitaciones se retrasan para finales de febrero y marzo, como este año que justo en marzo y, de cara a la Semana Santa, fue cuando había más nieve acumulada.

A mediados de marzo recorrí algunas estaciones emblemáticas del Pirineo como Piau-Engaly o Peyragudes, en la zona de Les Deux Vallées, y pude disfrutar de un escenario idílico que se puede ver en este álbum de fotos propias. Los espesores de nieve oscilaban entre los 50 cm y los 160 cm, algo que garantiza una experiencia increíble para quienes querían aprovechar el final de la temporada. (Conviene recordar que son reservas de agua aseguradas para la primavera y el verano, que garantizan la vida de la fauna silvestre, ganadería, agricultura y claro a un turismo de calidad).

A finales de marzo, en Peyragudes tenían entre 50 y 140 cm de altura de nieve con 14 remontes mecánicos abiertos, 32 pistas y unos 38 km de dominio esquiable; mientras que en Piau-Engaly, la estación que apenas está a unos 16 km del municipio de Bielsa (Huesca), sus espesores estuvieron entre 80 y 160 cm, con 9 remontes, 38 pistas y 63 km esquiables en pistas. Esto permite que el turismo de nieve funcione con garantía de calidad, incluso en esta primavera con temperaturas tan altas.
 

Pero precisamente este clima condiciona mucho el éxito según la tipología de las estaciones que en el caso de los Pirineos, tienen una ventaja adicional"


Pero precisamente este clima condiciona mucho el éxito de algunas estaciones que, en el caso de los Pirineos, tienen una ventaja adicional. Y es que las horas de nieve aptas para esquí se limitan prácticamente hasta las 14:00 h, ya que más tarde las condiciones dejan de ser aptas para disfrutar y, a diferencia de muchos destinos de los Alpes, aquí la cercanía de los pueblos y su accesibilidad permiten combinar la nieve con la ruralidad. Es decir, la visita a pueblos, descubrir su gastronomía, proveedores locales (quesos, miel, ganadería, etc.), cultura local y una serie de actividades ya sean deportivas, de salud (balnearios como el Balnea de Loudienvielle) o simplemente de pura contemplación de un paisaje que sin duda genera enormes cantidades de vitamina N (N de naturaleza), que nos sirve para reducir el estrés de una manera muy considerable.

Es decir, la nieve de primavera, por el horario que tiene, en vez de ser un inconveniente, es una gran oportunidad para los visitantes, ayudándoles a descubrir lo que en invierno es mucho más difícil.

Quizás sería también importante aclarar o puntualizar que las estaciones de esquí-montaña, concentran la mayor parte de la demanda turística en lugares planificados para ello, permitiendo la conservación del resto del entorno natural y a la vez dinamizando el territorio a nivel económico y social, algo necesario para la supervivencia de sus pueblos y en parte de su ecosistema (por simple análisis de coste/beneficio con otras industrias). Se puede ver algunos ejemplos en este territorio como el nuevo concepto del Auberge de Piau gestionado por Huttopia; el reciente Hotel Mercure y su cercano balneario, conectado por una telecabina a las pistas de Peyragudes, y como el efecto centrífugo económico de Saint Lary o el de Piau Engaly en la comarca española del Sobrarbe.

Y hay algo interesante en estos valles pirenaicos, su convencimiento de aplicar una estrategia de sostenibilidad en su modelo de gestión, así como ahora, de una apuesta por la regeneración del entorno natural, base para que perviva su principal actividad económica.


 

*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.