Hace unos días presencié esta escena en una de las playas de la costa granadina: un grupo de niños persiguen una medusa mientras advierten a los bañistas de que es muy grande; cuando la consiguen coger, la sacan a la orilla y, tras observarla con curiosidad infantil, se dedican a machacarla con una piedra. Ningún adulto interviene para impedirlo. Cuando vuelven al agua para continuar su “pequeña cacería”, se les acerca una persona y les dice “Buscad más y las destrozáis”.

Se trataba de una medusa huevo frito (“Cotylorhiza tuberculata”), una especie inofensiva que habita el mediterráneo, de color marrón, con una serie de tentáculos cubiertos de tubérculos blancos, azules y violetas que dan cobijo a multitud de pequeños peces (alevines) de jureles o salemas. Aunque el contacto con alguno de sus ocho tentáculos puede ocasionar molestias cutáneas, es un animal que suele huir y que, por sus 40 cm de diámetro, es perfectamente visible a distancia. Como todas las medusas, filtra el agua para atrapar el plancton y, ocasionalmente, puede alimentarse de otras especies de medusas o peces pequeños.

Medusa huevo frito (“Cotylorhiza tuberculata”) Foto Cisamarc (CC BY SA 3.0)

Medusa huevo frito (“Cotylorhiza tuberculata”) Foto Cisamarc (CC BY SA 3.0)

No se trata de que esta información, publicada en muchos medios, se les entregue a todas las personas que acudan a la playa para que tengan una actitud menos agresiva ante esta especie. Se trata de que, en general, nos aproximemos al medio ambiente mediante el conocimiento y el respeto. Lo que no se conoce no se respeta y se le tiene, en muchos casos, miedo. Estoy seguro de que de saber cuál es el papel de esta medusa en nuestros mares, esos niños hubieran disfrutado más observando cómo nada elegante y pausadamente, cómo los pequeños peces que la acompañan se protegen entre sus tentáculos y cómo le gusta aproximarse a la superficie para tomar el sol aprovechando la función fotosintética de las algas que ha filtrado.

La diferencia entre disfrutar observando y disfrutar haciendo daño (o matando) en esas edades puede suponer la diferencia entre llegar a convertirse en adultos curiosos o en intolerantes.

 

*José Manuel Navarro Llena es experto en Marketing