Las aguas del Atlántico Norte que bañan las costas de las islas Feroe (un archipiélago autónomo de 18 islas ubicado entre Noruega e Islandia, pero que forma parte de Dinamarca), se tiñen de rojo todos los años. Dicho fenómeno no responde a causas naturales o extrañas, sino que es fruto de una práctica tradicional en la región: la matanza de cientos de cetáceos.

Esta tradición es conocida como Grindadráp e implica la matanza de cerca de 800 mamíferos marinos al año, concretamente entre el mes de julio y septiembre. Principalmente, los habitantes del archipiélago, entre los que se incluyen niños y ancianos, dan caza a ballenas piloto o calderones con cuchillos o arpones.

Se cree que esta práctica se remonta al año 1584. Los feroeses tenían por costumbre cazar cetáceos para repartir su carne y grasa entre los habitantes, quienes las almacenaban de cara al crudo invierno, época en la que los alimentos escaseaban. En la actualidad, las autoridades del archipiélago arguyen este mismo argumento para defender la continuidad de la tradición.

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Grindadráp | Foto: Sea Shepherd

La matanza tiene lugar cuando se producen los movimientos migratorios de los cetáceos. Entonces, los ciudadanos obligan a los animales a nadar hasta la orilla, arrinconándolos con barcos pesqueros y botes hinchables. De esta manera, consiguen que queden varados en la costa para proceder a matarlos asestándoles, habitualmente, un golpe mortal en la columna vertebral. Luego, los cuerpos de los animales son exhibidos para mostrar los resultados de la cacería. 

Imágenes sobre la matanza del Grindadráp en un vídeo elaborado por La Vanguardia

La escena solo responde a una definición: dantesca, ya que cientos de cetáceos yacen, desangrándose y tiñendo de rojo el característico azul del Atlántico, bajo el jolgorio de los feroeses. Pese a la crudeza de esta tradición, las leyes locales y estatales la respaldan, contraviniendo así los dictámenes de la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

La CBI fue establecida bajo el Convenio Internacional para la Regulación de la Pesca de la Ballena, firmado el 2 de diciembre de 1946 en Washington DC. El objetivo de la Convención es velar por la conservación adecuada de las poblaciones de ballenas y posibilitar así el desarrollo ordenado de la industria ballenera.

Bajo este marco, la CBI prohibió en 1986 la caza comercial de estos animales para que las poblaciones de cetáceos pudieran recuperarse. La prohibición, sin embargo, no afectó a algunos países que practican la cacería de ballenas para subsistir, como parte de su cultura. Es el caso de las islas Feroe, donde la pesca se define como una “actividad comunitaria”, debido a que la carne no se comercializa, sino que se comparte entre los habitantes, tal y como informa el medio de comunicación BBC.

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Los cuerpos de los cetáceos exhibidos tras Grindadráp | Foto: Erik Christensen CC BY-SA 3.0

Algunos defienden la matanza de los cetáceos para subsistir, argumentando que los animales, cuya carne se oferta en los supermercados, también han sido ejecutados y que, a menudo, experimentan una vida mucho más dura que la de los mamíferos marinos. Otros, sin embargo, afean esta conducta precisamente por el sistema actual de abastecimiento, que contempla prácticas como la importación de alimentos ante la escasez de los mismos. 

En este sentido, la regulación del archipiélago estipula que las ballenas deben ser matadas lo más rápido posible para “minimizar” su sufrimiento y restringe el uso de determinadas herramientas que puedan acentuar su agonía. No obstante, algunas voces denuncian que los feroeses utilizan cuchillos de cocina para ejecutar a sus presas.

Repercusión

Muchas personas y organizaciones animalistas han censurado esta práctica, que sin duda mancilla la imagen del destino que esconde parajes de cuento, como hermosos acantilados, extensas praderas verdes y pintorescos pueblos. Incluso, compañías de cruceros como AIDA y Hapag Lloyd han evitado atracar en los puertos del archipiélago por este motivo. En esta línea, expertos del sector turístico apuntan que las islas podrían beneficiarse de una manera sostenible de los mamíferos marinos, potenciando el avistamiento de los mismos, sin la necesidad de matarlos. 

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Familia de ballenas piloto | Foto: Sea Shepherd

Greenpeace, por su parte, ha pedido que se consolide la prohibición de la caza comercial de ballenas ordenada por la CBI, así como ha propuesto que la protección que brinda la Comisión se extienda a calderones y marsopas. También, está trabajando en la conformación de una red global de reservas marinas que cubra el 40% de los océanos, frente al 1% que se cubre en la actualidad. 

Mientras, la organización para la conservación de la fauna marina Sea Shepherd solicitó a la Unión Europea, en 2018, medidas firmes contra este tipo de prácticas. Lo cierto, es que se estima que la población de calderones está conformada por más de 800.000 ejemplares en el mundo, una cifra que impresiona si se tiene en cuenta los cerca de tres millones de delfines comunes que habitan, tan solo, en la región tropical del este del Pacífico.