Cuando en 1972 apareció Guillermo Puerto en la Academia Javier de Burgos, que yo dirigía junto con Julián García Vargas, para la preparación de las oposiciones a Técnico de la Administración Civil del Estado, nos cautivó inmediatamente por su aspecto de dandy, su avanzada edad para preparar oposiciones  -ya había cumplido los treinta-  y su hablar pausado con un ligero acento.

Lo que necesitaba era poner orden en sus vastos conocimientos para adecuarlos a las exigentes pruebas pasando de la nube a la realidad de los cerca de cuatrocientos temas, lo que hizo sin dificultad. Como es natural las aprobó a la primera y empezó una carrera en el campo del turismo, que le permitió ir destinado a Suecia, Dinamarca, Italia, tres veces, y a Polonia. Ya antes había pasado un año enseñando en Portland, Oregón.

Desde la adolescencia había vivido poco en su tierra natal. Estudió derecho en Madrid porque todavía no había Facultad en la Isla, pero a pesar de haberse convertido en Universal, nunca dejó de ser por encima de todo mallorquín. Cuando se jubiló, volvió a su tierra y solo salía en contadas ocasiones.

Tuvo tres grandes pasiones: la literatura, en la que el mismo hizo sus buenos pinitos, la pintura mallorquina actual e Italia. Por supuesto también otras menores como la gastronomía.

Su dominio del idioma y de la cultura italiana era fabulosa: su manera de pronunciar las dobles consonantes las uves y las eses, tan difícil para los castellanoparlantes, le resultaba natural por la mayor proximidad del catalán. Con el mejoré ese precioso idioma.

En su generosidad, cuando le sucedí al frente de la Oficina de Turismo en Milán, me presentó a sus numerosos amigos, que heredé con cariño, entre ellos algunos de clara importancia en la vida de la capital lombarda y que tanto me ayudaron.

No le gustaba el mundo posterior a la Ilustración a pesar de conocerlo bien. El prefería a Montaigne, a los cabalistas y a los creyentes en lo sobrenatural. En consecuencia, y como la mayoría de los italianos era “scaramántico.” Es decir, supersticioso, pero en la lengua local.
 

Lago de Como - italia

Lago de Como - Italia

En Milán optó por vivir en el Lago de Como, en vez de en el centro, en una casa con fantasma que le hacía compañía y asustaba a las visitas femeninas a las que se veía obligado a reconfortar.

Mi más profundo pésame a su hijo Toni y sus hermanos y a sus compañeros de esas tertulias mallorquinas que tanto disfrutaba.

Como muy bien ha dicho una colaboradora nuestra de aquellos años “Este mundo será menos fascinante y mas aburrido y triste sin Guillermo Puerto”.

Et trobo a faltar Guillem