La falta de paisajes insólitos, museos, costas o buen clima, agudiza el ingenio y este, a menudo, se convierte en el mayor de los atractivos turísticos.  

Es el caso de Penelles, municipio rural de la provincia de Lleida (Cataluña), donde habitan menos de 500 personas y las fachadas de las viviendas hacen las veces de lienzos para los grafiteros, lo que ha elevado a la región a referente del ‘streetart’.

La conversión de Penelles en una exposición de grafitis se debe al Festival GarGar de Murales y de Arte Rural, una propuesta de una semana de duración, impulsada por Binomic.cat con el apoyo del Ayuntamiento de Penelles y la Diputación de Lleida, que este año celebra su segunda edición y cuyo fin consiste en difundir la cultura artística en el entorno rural.

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Al respecto, el alcalde del municipio, Eloi Bergós, manifestó en declaraciones a La Vanguardia, que con este proyecto buscan “dar vida a un pueblo pequeño que no es turístico”. “Gargar es el ruido que hace la ganga, un ave local en peligro de extinción y si nosotros no hacemos acciones como esta, también acabaremos como ellas”, comentó.

De hecho, uno de los grafitis del callejero de Penelles está protagonizado por un trío de estas aves, compuesto por una pareja felizmente enamorada y un tercero en discordia, para el que “es demasiado tarde” para conquistar el corazón de la hembra, explica su autor, Slim Art. Además, los cerca de 50 grafiteros que participan en el proyecto, lo hacen de manera altruista, pues el presupuesto solo alcanza para “pagar el material, las grúas, desplazamiento y estancia”, apuntó Bergós.  

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El artista Slim Art frente a su mural|Foto: Silvia Colomé vía La Vanguardia

En este sentido, uno de los requisitos para participar en la iniciativa radica en la temática de los murales, que no debe centrarse en cuestiones políticas o religiosas, sino en aspectos directamente relacionados con el municipio rural, como su flora, fauna o vecinos.

Y es que, los residentes de la localidad juegan un papel fundamental en la iniciativa, ya que ceden las paredes de sus casas para que se dibujen los grafitis, sin siquiera saber las intenciones del autor. También, acaparan las ideas de los artistas. Tal es así, que una de las creaciones más populares del lugar es un retrato de un vecino muy querido, Joan Mata, más conocido como Tato.

En otros puntos de la geografía española también se desarrollan propuestas similares. Es el caso de Cheste, en Valencia, que alberga cerca de 8.000 habitantes y ha festejado la segunda edición del proyecto Graffitea. En Fresnedillas (Madrid), donde residen 1.500 personas, las casas abandonadas actúan como lienzos para los grafiteros, donde plasman la historia del lugar.

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Uno de los murales que se puede encontrar en el callejero de Penelles |Foto: Silvia Colomé vía La Vanguardia