Francia está acogiendo la Eurocopa de fútbol 2016. Se trata de un evento esperado por todos los aficionados a este deporte que quieren ver en acción a algunas de las selecciones que son referencia mundial y disfrutar de la maestría con el balón de astros como Zlatan Ibrahimovic, Cristiano Ronaldo o Paul Pogba.

Este tipo de eventos deportivos son un gran estímulo para el país organizador, en este caso una Francia golpeada por los atentados del pasado 13 de noviembre de 2015 a cuyos estadios acudirán 2,5 millones de personas. Por una parte, ejercen de dinamizador para la economía nacional de forma directa e indirecta. Sin ir más lejos, esta competición influirá en las vacaciones de dos de cada diez familias españolas. La UEFA espera que la Eurocopa de Francia genere 1.000 millones en derechos televisivos, 400 millones de euros en patrocinios, 500 millones en la venta de entradas y las pernoctaciones. Además, en las zonas destinadas a los fans de la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012, en la que se dieron cita 7 millones de personas, cada aficionado gastó una media de 25 euros, dejando un beneficio para ambos países de 175 millones de euros. Y no son sólo los fans los que generan beneficios: los futbolistas, delegaciones, medios de comunicación y colaboradores de la UEFA generarán 250.000 pernoctaciones.

Por otra, sirve de escaparate de lujo para mostrar al mundo tanto la identidad del país como los encantos que ofrecen las diferentes sedes en las que se desarrollan los encuentros futbolísticos. Bordeaux, Lens, Lille, Lyon, Marsella, Nancy, Niza, París, Saint-Denis, Saint-Etienn, Estrasburgo y Touluse, aparecerán en las pantallas de millones de personas de todo el mundo. Una publicidad que tendría un coste hipotético muy elevado, ya que la marca y la imagen pública del país alcanzan a 150 millones de televidentes por partido.

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Pero parece que el terreno de juego no está nada allanado para los galos. Lo que en principio es un motivo de celebración, tanto deportiva como económica, es utilizado por muchos con diferentes fines. Los hay que aprovechan estos eventos para poner en valor sus propias reivindicaciones. Este es el caso de los pilotos de la aerolínea Air France o los controladores aéreos franceses. 

A este aspecto hay que sumarle la inseguridad generada por la alerta ante posibles ataques terroristas. La gran aglomeración de personas y el interés mediático crean un caldo de cultivo ideal para los desalmados que quieren conseguir el mayor impacto en sus acciones terroristas. La propia Eurocopa y el Tour de Francia son algunos de los eventos sobre los que pesa la amenaza

Si todos estos factores no son suficientes para poner en riesgo esta fiesta del balompié, los aficionados más radicales entran en acción para empañar la situación. Las bochornosas imágenes surgidas de los enfrentamientos entre los hinchas rusos y los ingleses en la ciudad de Marsella el pasado sábado han dado la vuelta al mundo y han recordado, una vez más, que para muchos el fútbol es una excusa para destrozar y desatar la violencia.

Estos despreciables incidentes quedarían simplemente como la triste consecuencia de una panda de descerebrados que perdieron el control con el alcohol, si Igor Lebedev, diputado ruso y miembro de la Unión Rusa de Fútbol no hubiese declarado lo siguiente: "No veo nada malo en que los hinchas se peleen. Al contrario, ¡seguid así!". Obviamente, Lebedev no representa a todo su país, sin embargo, ostenta un cargo de responsabilidad, por lo que sus declaraciones chocan directamente con lo que se espera de un representante público. No contento con defender las acciones acometidas por la hinchada rusa, culpa al gobierno francés: "Lo que ha pasado en Marsella y en otras ciudades de Francia no es culpa de los fans, sino de la incapacidad de la policía para organizar este tipo de eventos".

Siendo Rusia el próximo país anfitrión de la Copa Mundial de Fútbol 2018, sería adecuado preguntar si consideraría correctos estos comportamientos en su territorio por parte de otros fans. Es más, sería conveniente cuestionar a Lebedev sobre si cree que es correcto que un país socio de la misma organización (UEFA) dinamite su competición. La primera consecuencia está cercana, la sombra de la eliminación pesa sobre la selección, ya que el máximo organismo del fútbol europeo ha impuesto una descalificación en suspenso al combinado ruso para la Eurocopa.

La Euro es un eje de unión, una excusa para conocer nuevos países y costumbres y una gran forma de impulsar el turismo del país anfitrión. Ahora, Rusia tiene la sartén por el mango y se burla en el corazón de una Europa a la que desafía sistemáticamente, pero en un futuro ellos pueden experimentar en su propia tierra las consecuencias de impulsar conductas violentas y de robar la razón de ser del fútbol.