Para gustos colores y también turismo. Y es que, el sector ofrece tantas posibilidades como tonalidades presentan los ‘Nenúfares’ de Monet. Turismo MICE o de congresos, el tradicional de sol y playa, el de invierno, el médico, el cultural o el gastronómico. También los hay más peculiares, como el turismo naranja, etnoturismo, morboso o incluso científico.

Precisamente, para disfrutar de este último no hace falta ser un entendido de las ciencias al más puro estilo Sheldon Cooper. No obstante, la primera definición que se hizo de este tipo de turismo alude a una práctica encabezada, exclusivamente, por antropólogos y exploradores en regiones remotas, tal y como apunta el artículo ‘Turismo científico y ciudades del futuro’ publicado en la revista International journal of scientific management and tourism.

En la actualidad, esta definición es mucho más amplia, ya que conecta al gran público, que incluye personas formadas académicamente o no, con profesionales científicos y lugares relacionados directamente con esta materia, por medio de actividades que se desarrollan en la naturaleza, museos o entornos de investigación, donde la ciencia se convierte en el elemento fundamental de aprendizaje y disfrute

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El caso de Aysén

Sin embargo, el turismo científico también ha servido como revulsivo económico, social y demográfico para regiones aisladas, sin recursos o turísticamente emergentes, donde no es fácil implantar el turismo de masas por la gran cantidad de inversión que requiere.

Es el caso de Aysén, al sur de Chile, conocida también como la Patagonia Centro Occidental, que tiene una extensión de 10,9 millones de hectáreas y alterna paisajes glaciales, fiordos o montañas nevadas. De hecho, desde el año 2007, el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) tuvo la idea de impulsar este segmento turístico en el territorio con el fin de estimular su economía.

Una de las características de la región es que no está conectada por vía terrestre con el resto de Chile, lo que la convierte en una “isla continental” que alberga una gran cantidad de ecosistemas de gran interés científico, por lo que se erige como una suerte de santuario de las expediciones.

Las Capillas de Mármol Turismo Científico Aysén

Capillas de Mármol ubicadas en Aysén | Foto: Turismo Científico en Aysén

Diferentes expertos científicos se han trasladado hasta Aysén con el fin de estudiar la implantación de este tipo de turismo. Fue el caso del proyecto ‘Turismo científico en Aysén’, dirigido por el geólogo Fabien Bourlon. A través de esta iniciativa, también se informó a las instituciones, guías y empresas turísticas, sobre las riquezas naturales de la región que podrían ser explotadas turísticamente y de forma siempre sostenible.

Cabe destacar, que entre diciembre de 2016 y febrero de 2017, temporada alta en Chile, Aysén recibió a un total de 213.418 pasajeros, un 4,5% más que en el mismo período de la temporada anterior. Lo que generó 53,4 millones de dólares, que representan un 3,5% del PIB de la localidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de Chile.

Turismo científico en España

Pese a que España presenta todas las condiciones necesarias para convertirse en un potente destino de turismo científico, ya que alberga diferentes museos, parques naturales o centros, el sector considera que este tipo de viajes no ha terminado de despegar en el país.

De hecho, el pasado mes de julio denunció en la agencia EFE, que hace falta una mayor implicación por parte de las administraciones para poder impulsarlo, además de formación específica y una acreditación de guía turístico científico, que posibilite el acceso a los emblemas turísticos, los cuales consideran monopolizados por los guías no especializados.

En este sentido, Ana Crespo, catedrática de Geodinámica y cofundadora de Geándalus, una entidad perteneciente a la Universidad de Granada que divulga conocimientos geológicos a través de rutas o caminatas al aire libre, consideró en declaraciones a Tourinews que “en España, aún no se ve el turismo científico como fuente de ingresos dentro del sector turístico”.

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Excursión organizada por Geándalus a la localidad de Nigüelas, en Granada | Foto: Facebook Geándalus

Sin embargo, recalcó que el turismo astronómico, el cual se podría enmarcar en esta disciplina, “empieza a hacerse un hueco, dado que la calidad de los cielos en determinadas zonas de España es muy buena, como por ejemplo en áreas de Canarias o Andalucía”. Así como erigió al turismo científico como una “excelente alternativa” al turismo de sol y playa, que es finito.

Estas deficiencias, no obstante, no empañan el potencial de España como destino de turismo científico. Entre sus escenarios, destaca la provincia de Teruel (Aragón) donde fue hallado el dinosaurio más longevo de toda Europa. Además, alberga la mayor superficie de exposición paleontológica del viejo continente, denominada Territorio Dinópolis, conformado por un parque central (Dinópolis) y siete sedes, donde se realiza un viaje de 4.500 millones de años hacia el origen de La Tierra y la vida.

Tan solo en 2017, el parque paleontológico recibió a 174.101 visitantes en sus ocho sedes, según confirmó el propio centro a Tourinews, lo que supone 698 visitas más que el anterior año. Al mismo tiempo, la mayoría de los curiosos que se acercaron al recinto son de nacionalidad española, encabezando la lista los procedentes de la Comunidad Valenciana (25,89%), seguida de los de Aragón (23,32%); Madrid (14,75%); y Cataluña (13,81%).

Museo Paleontológico

Museo Paleontológico del Territorio Dinópolis | Foto: Territorio Dinópolis

La Cueva de Ardales, ubicada en Málaga, es otro de los atractivos científicos de España, ya que constituye uno de los grandes conjuntos de grabados Paleolíticos de la Península Ibérica y forma parte del itinerario europeo “Caminos del Arte Rupestre”. El enclave tiene un recorrido de más de 1,5 kilómetros, de los que se pueden transitar 800 metros en los que se suceden más de 50 figuras y símbolos pertenecientes al Paleolítico Superior (18.000-14.000 a. de C.), como ciervas, caballos, cabras o peces.

No obstante, las cifras del turismo científico en España pueden mejorar de manera exponencial. Para ello, Crespo apuesta por ofrecer una oferta atrayente, “con recorridos científicos amenos, interesantes, de cualquier tipo y para todo público”. Así como, con un personal que “sepa transmitir su pasión por su trabajo científico”.

También, sería necesario “crear espacios de encuentros con los distintos agentes turísticos para que conozcan” la oferta y sea posible proponer en sus plataformas “productos de turismo científico”. Por último, Crespo defiende que se debe estar convencido de que “el turismo científico es una manera de divulgar ciencia y que se puede intentar vivir de ello”.

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Cueva de Ardales | Foto: andalucía.org

Empresas dedicadas al turismo científico

En este sentido, existen empresas como la ya mencionada Geándalus, que convierten a la ciencia en la piedra filosofal del turismo. Geándalus se encarga de divulgar el conocimiento geológico a través de rutas o caminatas al aire libre, actividad que nace de la intención de abrir al público "el laboratorio" de los geólogos, tal y como apunta su cofundadora Ana Crespo. 

En estas excursiones, se pretende colocar a los turistas unas "gafas de visión geológica" para dar respuesta a preguntas tan diversas como: ​"¿Cómo se forma el relieve sobre el que se asientan pueblos y ciudades?, ¿de dónde provienen los recursos hídricos?, ¿tendremos ponto un terremoto? o ¿qué podemos hacer para prevenir sus consecuencias destructivas?"

En el otro extremo de España, concretamente en Asturias, se encuentra otra de estas empresas de turismo científico. Se trata de Iworu, que se dedica tanto a la investigación geográfica, como a los estudios del paisaje y a “la comercialización de servicios relacionados con ambos”, tal y como detallan en su web.

De hecho, Iworu forma a diferentes entidades turísticas en base a esta disciplina y organiza visitas guiadas lideradas por expertos e investigadores a la ciudad de Astur, al Macizo Hespérico, al Macizo Asturiano, así como a la zona rural de Asturias o a los paisajes urbanos e industriales de la región. También, opera en las islas noruegas de Lofoten y Vesteralen e Islandia, donde interpretan las características físicas y atributos naturales de la “superficie terrestre así como de la gestión y usos de diferentes espacios”.

De esta forma, la ciencia se convierte en un elemento de aprendizaje y disfrute, tan solo al alcance de aquellos turistas que prioricen el conocimiento ante cualquier otra experiencia que brindan los viajes.