La ciudad de Córdoba se convierte en un desierto durante los meses de julio y agosto debido a las altas temperaturas, que hacen huir a turistas y obligan a los residentes a buscar refugio en la costa. Esta situación impacta directamente en los sectores del hospedaje y la hostelería, que lucha por “sobrevivir” hasta mediados de septiembre, cuando se espera una reactivación.

Elena Rizos, presidenta de la Asociación Empresarial de Hospedaje de Córdoba (Aehcor) desvela a El Diario de Córdoba que las previsiones para julio son incluso peores que para agosto, lo que ha llevado a nueve de sus 72 hoteles asociados a cerrar sus puertas durante el verano al no resultar rentable su operación. Además, aquellos establecimientos que se mantienen abiertos registran ocupaciones diarias de entre un 20% y un 30%, cifras que no cubren costes operativos. Rizos insiste en que el calor no es una novedad, pero critica la ausencia de una oferta cultural y de ocio atractiva en las noches cordobesas, más allá de las visitas nocturnas a la Mezquita.

Por su parte, Jesús Guerrero, presidente de Asociación Cordobesa De Hostelería Y Turismo (Hostecor), lamenta la escasez de clientes extranjeros en verano y la dependencia del mercado local, que también migra a la costa, por lo que bares y restaurantes operan a medio gas, dependiendo especialmente de desayunos y terrazas nocturnas. Guerrero concluye que “está siendo un verano muy duro” y que, a pesar de que el calor siempre ha sido una constante, "algo está pasando" que está "cargándose la gallina de los huevos de oro”, achacándolo a la falta de oferta cultural y de ocio nocturno y vespertino.