Sorprendentemente, la biblia semanal del liberalismo, The Economist, escogió como país del año 2019 a Uzbekistán asegurando que, en ese período, fue el que más viajó hacia la democracia. Alababa así el trabajo del presidente Mirziyoyev desde su toma del poder en 2016, tras 26 años de mandato del todopoderoso Islam Karimov.

Casi al mismo tiempo, el Financial Times publicaba un precioso artículo sobre los 'Melones de Invierno' en ese país, en el que no ahorra elogios a los frutos que se recogen en otoño y se guardan para su venta en invierno, cuando están en su plenitud de dulzura. Por un euro la unidad, puede adquirirse en los puestos en la carretera entre Samarkanda y Taskent. Muchos eran transportados por la ruta de la seda hasta China. El propio Ruy Gonzalez de Clavijo, el enviado de Enrique III de Castilla ante la corte de Tamerlan en los comienzos del SXV, se admiraba por la cantidad y variedad que se vendían en Navidad en Samarcanda, como queda reflejado en la narración de su viaje 'Embajada a Tamorlan'. Anteriormente, Ibn Batttuta ya había alabado los de Bujará. No sé si Marco Polo los conocía.

Hace ya unos años, el profesor de Oxford Peter Frankopan publicó los títulos 'Las nuevas rutas de la seda' y 'El corazón del mundo', en los que sostiene la tesis de que es precisamente en esta zona, donde se han jugado las partidas más relevantes de la historia universal. Desde Alejandro Magno, conquistador de Samarcanda, camino de la India, y cuyos herederos siguieron gobernando la zona durante 300 años, pasaron por allí persas, romanos, indios, turcomanos de varios tipos, árabes, chinos mongoles y finalmente los uzbekos turcomanos que tienen que convivir con rusos, tayikos, afganos y kirguises, entre otros. 

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Taskent, capital de Uzbekistán 

La ruta de la seda adquirió ese nombre en el último tercio del SXIX, gracias al geógrafo alemán Ferdinand Von Richthoffen. En realidad, son varias rutas, algunas realmente antiguas, como el Camino Real Persa de más de 2.800 kilómetros, que conectaba el Mediterráneo con el Valle de la Fergana, mientras que la que se unía a esta desde Xi An se inicia hacia el siglo I AC, y esa sí era para transportar la seda camino de Roma, donde era muy valorada, y traer de vuelta jade y diversos objetos. En total, más de 8.000 kilómetros. 

En medio del medio se encuentra el actual Uzbekistán, un país casi tan grande como España, con forma de riñón y con fronteras artificiales desde que se formara como Republica Soviética, a mediados de los años 20 del siglo pasado, con la fusión de varios emiratos como los de Samarcanda, Jiba y Bujará, que fueron sometidos por los imperialistas rusos a finales del SXIX. Obtiene la independencia en 1991, con la disolución de la URSS.

Actualmente, es el país más poblado de la región con 30 millones de habitantes y suficientes recursos naturales, como minería y gas, que permitirán sustituir los ingresos de la decadente pero importante venta del algodón, cuyo cultivo ha secado el Mar de Aral. Al este, la capital Taskent es una típica ciudad ruso-soviética en la que habitan más rusos de lo que dicen las estadísticas -el 5% en todo el país- si nos fiamos por el aspecto físico de los viandantes, más fáciles de identificar que los no catalanes en Vich.

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La ciudad de Bujará | Foto: LBM1948 (CC BY-SA 4.0)

Más al oeste solo queda el Valle de la Fergana, el más fértil y poblado de Asia Central y compartido involuntariamente con Tayikistán y Kirguistán, lo que ha motivado innumerables enfrentamientos, aunque desde hace 10 años predomine la tranquilidad. De aquí provenían los "caballos celestiales" considerados los mejores para la guerra. La ciudad de Namangán es el centro religioso del país. Desde Taskent, el desplazamiento en tren se realiza en unas tres horas.

Siguiendo la ruta de la seda hacia el oeste, nos encontramos las tres míticas ciudades: Samarcanda, Bujará y Jiva, aunque hay que recorrer más de mil kilómetros por carretera o combinar tren y avión. La época ideal es primavera u otoño.

Las tres comparten una antigüedad de más de 2.500 años, numerosas destrucciones y espectaculares monumentos religiosos, minaretes, madrazas y mezquitas de estilo persa, la mayor parte del siglo XVII, aunque algunas tengan un origen muy anterior, en el típico color verde azulado de bellos reflejos.

La mítica Samarcanda, la capital de Tamerlán, enterrado allí en el mausoleo Gur-e-Amir, está ya sufriendo los embates del turismo de masas. Las últimas restauraciones datan de los años 90, con ayuda de arquitectos europeos, cuando se diseñó la ruta de la seda como destino turístico. En el centro, la plaza más hermosa de Asia: Registán, con las tres madrazas y la mezquita Bibi Khanum, que puede alojar a 12.000 fieles. Los turistas visitan también la llamada ciudad de los muertos Shah-i-Zinda, con obras maestras de la arquitectura funeraria.

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La ciudad de Jiva | Foto: RyansWorld (CC BY-SA 3.0)

El resto de la ciudad carece de alma y de interés.

Bujará, de mayoría tayika, cuenta con el imponente minarete de Kalyan, de más de 45 metros de altura, la mezquita del mismo nombre tan grande como la de Samarcanda, madrazas, mausoleos y una fortaleza. Su ciudad antigua es fascinante. Todavía se venden las rojas alfombras locales y la cerámica en el vivo bazar.

Jiva, que está ya en la frontera con Turquestán, era la última etapa de las caravanas antes del desierto camino de Persia. El interesante barrio de Itchan Kala está protegido por la histórica muralla. Cuenta también con una bella mezquita mausoleos, madrazas y dos buenos palacios del XIX.

Desde Madrid o Barcelona se puede volar a Taskent con Lufhansa, Turkish, Aeroflot o Alitatalia, con la correspondiente escala.