Opinión

La historia oculta de los naufragios

Los pecios son arrecifes artificiales, un vivero donde las especies de la zona encuentran refugio

A veces el mar da cobijo a fantasmagóricas criaturas que yacen en su lecho como mudos testigos de un hundimiento. Quizás provocado por las inclemencias del tiempo, o por alguna batalla naval, donde uno de los contrincantes, el vencido, tuvo la desdicha de desaparecer engullido por el océano. Los pecios son restos de un artefacto o nave, hundido total o parcialmente en una masa de agua. Los más frecuentes son navíos que han naufragado, pero también pueden ser aeronaves o vehículos terrestres que conforman el patrimonio cultural subacuático. Cuentan historias y en ellos se instala la vida.

Consciente de la importancia de estos tesoros submarinos, la Federación Asturiana de Actividades Subacuáticas ha pedido al Principado que se lleven a cabo hundimientos controlados de barcos para fomentar el turismo. En opinión de los expertos, esto no se hace sólo por ese motivo, sino también para contribuir a la riqueza de la vida acuática. Los pecios son arrecifes artificiales, un vivero donde las especies de la zona encuentran refugio.

Muchos de los barcos hundidos en aguas de Baja California Sur (México) se han convertido en fuente de vida, un oasis en la conservación de la biodiversidad marina, y de turismo. Entre ellos está el buque 'Salvatierra', en las inmediaciones del puerto de ‘La Paz’, o el carguero 'Lundemberg' que fue descubierto después del huracán ‘Odile’ en 2014, cerca del arco de Cabo San Lucas. “El buceo en estos barcos despierta la curiosidad al recorrer sus oscuros pasillos, cubiertas, camarotes, y otras áreas”, asegura Fabricio Mújica, instructor de buceo en la zona.

El pecio SS Thistlegorm en el mar Rojo. Foto de Taringa

Los barcos hundidos de la Armada española, en 1898, en las costas de Santiago de Cuba son alrededor de 176, y algunos de ellos se han convertido en un importante atractivo turístico en la zona. Sumergidos en las aguas caribeñas, estos pecios guardan parte de la historia de la ciudad. El parque arqueológico se extiende por una franja costera de 120 kilómetros, desde la zona de Siboney hasta el entorno de río 'La Mula'. Allí descansan varios de los navíos de la flota española de la época, que fueron hundidos en la cruenta batalla naval de la mañana del 3 de julio de 1898: los cazatorpederos 'Furor', 'Plutón', el crucero acorazado 'Almirante Oquendo', el crucero 'Vizcaya' y el 'Cristóbal Colón'.

Destructor Plutón. Foto de Cubasub

Entre ellos destaca un barco norteamericano que guarda relación con la conocida como ‘Guerra de Cuba’ y que ha cumplido ya 119 años. Se trata del buque carbonero ‘Merrimac’ y sus restos se hallan entre 16 y 23 metros de profundidad. El almirante Sampson se proponía taponar la entrada de la bahía santiaguera, así que le encargó la misión de explotar y hundir el ‘Merrimac’ al teniente Hobson y a seis voluntarios. El objetivo era inmovilizar la flota del Almirante Cervera. Pero, el carbonero fue avistado por los vigías españoles e inmediatamente se abrió fuego desde la batería en tierra de 'Punta Gorda', y desde el crucero 'Reina Mercedes', fondeado en la bahía. El 'Merrimac' ni siquiera pudo llegar al canal pues dos torpedos del destructor 'Plutón' se encargaron de enviarlo a las profundidades. Más tarde, peces y corales encontraron allí su morada.

También destacan otros hundimientos a este lado del Atlántico. El 'SS Thistlegorm' partió de Egipto para llevar material y equipo militar a las tropas británicas que se encontraban al norte de África. Durante su viaje fue interceptado por un bombardero alemán que lo atacó y hundió en el fondo del mar Rojo. El suceso ocurrió el 6 de octubre de 1941 y, en 1956, fue descubierto por el explorador francés Jacques Cousteau. Este buque británico se ha convertido en una gran atracción para los viajeros amantes de las aventuras en las profundidades. Además de la rica fauna marina que encontró allí su hogar, un amplio arsenal militar: tanques MKII Bren Carrier, jeeps, motocicletas, fusiles y otras reliquias vestidas ahora con una capa de coral, reposan ajenas al paso del tiempo.

Hundimiento controlado de barcos y buceo responsable

Entrevistado por Tourinews, el doctor Aldo Lozano Valdés, buzo y especialista en Medicina Hiperbárica y Subacuática, asegura que el hundimiento controlado de un barco fuera del estado de guerra tiene múltiples ventajas, siempre y cuando se tengan en cuenta las regulaciones desde el punto de vista medio-ambiental: “Un buque que se hunda con el objetivo de crear un punto de interés turístico submarino debe evitar, en primer lugar, la polución marina. Las pinturas no deben desprender plomo u otros contaminantes; los depósitos de fuel oil deben ser previamente limpiados o sellados. Los equipos de radiolocalización o de comunicaciones, cuyos componentes pudieran tener metales pesados u otros contaminantes, deberán ser desarmados y extraídos”.

En cuanto a la profundidad de la zona, el especialista explica que no debe interferir la navegación costera, ni destruir o lesionar las artes de pesca, y tampoco debe dañar los fondos coralinos, sino contribuir a generar un arrecife de coral sobre su superestructura, así como facilitar el acceso a los turistas. Y precisamente sobre qué sucede cuando el pecio reposa en las profundidades, Lozano cuenta que, “con el paso de los meses, comienza a  ser colonizado por  parte de la fauna marina (corales), y estos, a su vez, construyen inmensas colinas que se pueblan de anémonas, pequeños crustáceos y finalmente de peces que viven tanto en los alrededores, como en las entrañas del barco (camarones, langostas, pulpos, morenas, etc.)”.

Equipamiento militar en un pecio. Foto de SubexplorerS

Bucear en un pecio no es una actividad sencilla. Tiene sus riesgos y, por tanto, requiere de una serie de medidas de seguridad que eviten accidentes. “Es necesario tener experiencia en buceo, dominar el control de la flotabilidad y el psico-emocional; es importante también tener buena orientación espacial, llevar reguladores de reserva y aire suficiente, por si surge algún imprevisto”. El experto recalca que no se debe entrar solo a un pecio; el buzo debe ir acompañado por otro de igual o mayor experiencia. La cuerda guía y una linterna con suficiente batería son dos elementos imprescindibles en este tipo de inmersión.

“Hay que tener mucha precaución cuando se penetra a través de agujeros, producidos por colisiones, torpedos, minas, proyectiles de artillería o explosiones internas, pues los bordes son muy filosos y pueden provocar roturas de mangueras del regulador o desgarros severos del traje y la piel. Las heridas son muy sangrantes y pueden generar pánico o el arribo de tiburones; el pánico bajo el agua es sinónimo de muerte”, concluye Lozano.

En agosto de este año, un operativo de rescate recuperó el cuerpo del buzo vizcaíno, Arístides Bécares. Ese día se había propuesto explorar el pecio ‘Neretva’, en las costas de Ribadesella (Asturias). Lo acompañaban seis expertos buzos con un amplio curriculum en inmersiones a gran profundidad. Cuando iniciaron el descenso, sus compañeros lo perdieron de vista. Ese día las condiciones de la mar no eran las mejores: a la poca visibilidad se unió una fuerte corriente.

La conclusión sobre este suceso puntual es que, a pesar de las precauciones, la pericia y los conocimientos, esta modalidad de buceo supone un riesgo. A Bécares lo golpeó el azar; a otros, la temeridad o la inexperiencia. No obstante, esta es, sin lugar a dudas, la experiencia más fascinante que puede vivir un amante de las reliquias que, desde los fondos marinos, duermen su particular sueño eterno.

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