Cuando en 1981 se inauguró el primer Fitur, en la Casa de Campo de Madrid, la idea de Javier Gómez Navarro, inventor del asunto, era organizar una feria turística dedicada a juntar a compradores y vendedores para productos de los mercados español e hispanoamericano. 

Así fue durante los primeros años. El traslado de IFEMA al recinto del Campo de las Naciones en 1991 y la enorme ampliación del espacio de exposiciones alentaron una Fitur mayor y más ambiciosa, a la que cada año se la van añadiendo nuevos objetivos, multitud de conferencias y toda una serie de eventos que tienen lugar no solo durante la feria, sino también en los dos días anteriores. Toda la semana es ya la semana de Fitur.

Este año se dedicaron 65.000 metros cuadrados a la exposición de 10.000 empresas y entidades promocionales de 165 países, comunidades autónomas, provincias, pueblos y ciudades. Asistieron más de 140.000 participantes profesionales y otros 110.000 visitantes del público en general.

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Por mérito propio, se ha colocado entre las tres primeras ferias turísticas del mundo con la WTM y la ITB. La asistencia es tan grande que, incluso, en los días en que solo está permitido el acceso a los profesionales es difícil circular por algunas zonas. A mí me fue imposible, el jueves, acceder al stand correspondiente para atender a alguno de los eventos a los que estaba invitado. El exceso de visitantes profesionales no me extrañó cuando leí que se habían acreditado más de siete mil quinientos periodistas. Está claro que no hay siete mil quinientos periodistas turísticos en todo el mundo y ni siquiera siete mil quinientos periodistas en España, aunque no sean turísticos, con tiempo disponible para acudir a Fitur.

Algo parecido ocurrió la noche del mismo jueves, en la que celebraban multitud de festejos nocturnos. Concretamente, en la zona alrededor de la Puerta del Sol, había 4, con lo que antes de las 8 de la tarde se habían llenado los aparcamientos, había escases de taxis y los que no están acostumbrados a moverse en metro no pudieron llegar a  sus respectivos actos.

Fitur es el gran escaparate de los vendedores; hay Comunidades Autónomas  que disponen de un pabellón en exclusividad, pero no ha conseguido igual presencia por parte de los compradores, algo que en principio parece lógico, pero hasta cierto punto. No vi pabellones de  las entidades Nacionales de Promoción de los grandes países emisores como Gran Bretaña, Alemania, Suecia, Noruega o Estados Unidos y ni rastro de los grandes touroperadores o compañías aéreas europeas.

Se ha convertido así en una magnífica exhibición de la oferta turística española, hispanoamericana y de algunos países de Asia y África, pero está lejos de convertirse en una gran Feria Mundial del Turismo.