¿Cuántas veces nos hemos planteado nuevos retos para el nuevo año desde una perspectiva de futuro? ¿Cuántas veces nos hemos marcado nuevos objetivos cotidianos antes de acabar el viejo y empezar el nuevo? ¿Cuántas veces nos hemos querido convencer a nosotros mismos, en este nuevo año… voy a dejar de fumar, voy a hacer más deporte o voy a llamar más veces a mamá?
Todo son buenas intenciones año tras año y década tras década, pero lo que está claro es que nos convertimos en animales de compañía, compasivos y complacidos por las circunstancias que vivimos, que, en muchos casos, nos hacen avanzar o no, basándonos en las oportunidades que tenemos.
En 1931, el historiador James Trusloow Adams, definió el sueño americano, como una sociedad más rica, mejor y llena de toda clase de personas, con oportunidades para todo el mundo, según sus habilidades, profesión o estudios, independientemente de su credo o religión, circunstancias de las que proviene o clase social.
Es hora de demostrarle al mundo que el sueño dominicano ya está aquí. El 5 de julio de 2020 se produjo un cambio de ciclo político en la República Dominicana que, sin lugar a dudas, empieza dar sus frutos, un cambio político que apuesta por la modernización del país a todos los niveles. No hay país que pueda avanzar sin un proyecto sólido que abarque sus debilidades para mejorarlas y sus fortalezas para potenciarlas, como en el proyecto de Luis Abinader, que otorga al dominicano, al turista y al expatriado que reside y trabaja en la isla, una seguridad total de mejora constante que va penetrando en todos los rincones de la isla.
Dicho esto, no cabe duda que República Dominicana, el gobierno y su gente tienen que tener el mismo objetivo y compromiso para la mejora constante del país. Es por ello, que este año debe ser el año de todos, el año para todos, para que nadie se quede atrás y el año de sentar las bases de lo que debería ser el inicio de la nueva construcción social, económica y cultural de la isla. Un lugar donde todos quepan, un lugar donde se respete y mejore la educación en las escuelas y en los hogares, un lugar sano y culturalmente sólido, donde se respete y se garantice la seguridad jurídica y personal de todo el mundo que reside y visita la isla. También, un lugar donde la salud no sea un negocio, donde la educación sea una realidad, donde la delincuencia se trate con contundencia, pero no social, sino judicial y que esta funcione correctamente, donde la corrupción política sea motivo de abandono inmediato obligatorio del servicio público, ya que son el ejemplo a seguir de la sociedad de cualquier país.
Debe ser el inicio para consolidar nuevos espacios abiertos al mundo, donde la modernización y tecnología nos acerque más si cabe a competir con otros países cercanos a través, por ejemplo, del nuevo aeropuerto del Este, esperado por muchos y odiado por otros. Aunque, sin lugar a dudas, será un avance de consecuencias positivas, todavía inimaginables para el común de los mortales, y formará parte de la historia, de la misma forma que se quedó para los tiempos la famosa frase de Neil Armstrong cuando pisó la luna en el año 1969, “un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.
La isla crece a la velocidad de la luz y, a esa velocidad, el país debe apostar por las oportunidades sociales y económicas, no puede quedarse atrás en un sector tan importante como el de las conexiones aéreas. Y este proyecto, el Aeropuerto Internacional de Bávaro en particular, debe ser una realidad social para dar cabida a nuevos turistas y empresas que quieran invertir en la isla, más conexiones internacionales, más trabajo y más oportunidades para todos. El aeropuerto de Bávaro, será el punto de inflexión entre el avance certero o el estancamiento total, será el antes y el después. De nada sirve crecer en camas hoteleras como está sucediendo en la actualidad, si no somos capaces de multiplicar las estancias reales, eso es matemática pura y este nuevo aeropuerto debe ser el inicio del sueño dominicano, sin menospreciar lo presente y sin despreciar el avance.
No cabe duda que queda mucho por hacer en el back office y que el dominicano de a pie está ansioso por ver y palpar en carne propia para dar cabida a esa modernización y competitividad de la que os hablaba. No hay sociedad que avance sin formación y, teniendo en cuenta que la República Dominicana se basa en el turismo como sector esencial de crecimiento, si no se apuesta por la formación real y reglada de sus gentes, no conseguiremos más que construir una burbuja de cristal expuesta a que las circunstancias la hagan explotar. Todo ello, sin opciones, ni posibilidades de reacción inmediata para una posible recuperación express, porque el mundo no se para y hay que estar preparados para todo.
Falta formación hotelera, mano de obra cualificada, hoteles-escuela reglados y con certificados homologados internacionalmente, escuelas de turismo, escuelas de hostelería que abarquen todas las ramas del sector servicio, escuelas de idiomas para el sector, de pastelería, y no me refiero a asociaciones donde te regalan un título por el mero hecho de pagar una cuota. Faltan escuelas de servicio, de mayordomía, de atención al cliente, escuelas donde te inculquen la pasión, el compromiso, la constancia, el respeto por el turista o el cliente que vas a servir, escuelas donde te enseñen a gestionar departamentos, donde salgas con unas bases establecidas de ética profesional. En definitiva, un back office por estructurar, y que dadas las circunstancias tampoco estaría mal plantearse un Ministerio para la formación turística.
2023 debe ser el año para que todo dominicano vea la luz al final del túnel; para los que quieren progresar; para los que no tienen estudios y se levantan de madrugada para volver a sus casas bien pasada la noche; para los que creen en las nuevas oportunidades; para los pequeños; para nuestros mayores; para los padres y madres de familia con pocos recursos; para los que quieren especializarse; para quien no tuvo nunca oportunidades de crecer profesionalmente; para los que quisieron estudiar y no pudieron. 2023 debe ser para los hijos de quienes la vida no se lo puso fácil; para los que salieron y quieren volver; para los que se quedaron y no encuentran trabajo a su medida; para los que quieren entrar en el sector y no están cualificados; para los hombres; para ellas; para los abuelos que mantienen las familias; para los niños desprotegidos por la falta de ingresos de sus padres.
Debe ser el año para la educación real; para la concienciación del respeto entre individuos; para la consolidación del respeto al medio ambiente. 2023 debe ser el inicio del fin de la hipocresía, la envidia y la maldad que impera en algunas personas que, dicho sea de paso, tratan de sobrevivir por falta de oportunidades; para los que anhelan salarios dignos de una vez por todas; para los que desean ver a sus seres queridos sanos; para los que no pueden llegar a una cesta de la compra digna; para los que no llegan a final de mes; para las amas de casa que tienen que hacer menús de ingeniería para poder comer tres veces al día; para las abuelas que no se rinden ante las adversidades que padecen sus hijas con sus nietos; para todos, este 2023 debe ser para todos los dominicanos que quieren formar parte de ese sueño político y social que les haga avanzar en paralelo al progreso y competitividad internacional que requiere cualquier país desarrollado apto y preparado para acoger y dignificar la mejor experiencia turística del mundo.
*Víctor Rocha Cocinero/Articulista/Conferenciante/Defensor De Lo Correcto/Apasionado del sector Servicio y el Turismo.