En cuanto una ciudad de la Europa septentrional cuenta con unos cuantos canales y unas casas antiguas, la llaman la Venecia del Norte. Hay varias en Bélgica y en Holanda, cuyos habitantes agradecen la comparación; y una, que es la mayor de todas ellas, a los cuales la comparación les es indiferente.

La capital sueca, la que visitamos los turistas, construida sobre catorce islas comunicadas entre sí por 57 puentes, allí donde el lago Mälaren se encuentra con el Báltico, es una ciudad mediana, no llega al millón de habitantes, aunque la zona metropolitana supera los dos millones y medio. Es el centro cultural, político, administrativo, económico y mediático del país. Concentra casi un tercio del PIB sueco.

La magnífica planificación urbana y la casi ausencia de especulación urbanística nos permiten admirar un lugar en el que ni un solo edificio desentona y donde se pueden admirar palacios de los siglos XVII y XVIII, como el Palacio Real en la Ciudad Vieja.
 

Edificio neogótico del Museo Nórdico (Estocolmo), dedicado a la cultura local

Edificio neogótico del Museo Nórdico (Estocolmo), dedicado a la cultura local

En el siglo XIX diseñaron la ciudad moderna. Hoy día, el tráfico es ordenado, gracias a un buen servicio de autobuses y tranvías; al metro, para ir a los barrios periféricos; y al peaje que tienen que pagar los automovilistas para entrar en la ciudad.

El clima no tiene buena fama, pero no es tan terrible como algunos se creen. Excepto en el corazón del invierno, con temperaturas medias de un par de grados bajo cero, el resto del año es moderadamente frío. El problema es que, curiosamente, en los meses de verano, julio –que es el de las vacaciones– y agosto –cuando se reinicia el curso escolar–, es cuando más llueve.

Lo que cambia radicalmente es la luz. No más de cuatro o cinco horas en la época obscura y hasta 18 en el solsticio de verano.

 

 

Estocolmo es un paraíso para el corredor. Se puede correr por la ciudad con aceras espaciosas, muchas zonas verdes y magníficas vistas. Pero los que se toman en serio la carrera deben dirigirse a Djurgarden –el Jardín de los animales– antigua reserva cinegética de los reyes y uno de los primeros parques públicos de Europa. Djurgarden es la mayor isla de la ciudad, en la que se juntan una buena cantidad de atracciones turísticas.

Se accede por el puente del mismo nombre, que la une con la calle Norrmälarstrand, quizás la más prestigiosa de la ciudad, en el barrio céntrico de Östermalm, a solo diez minutos a pie del corazón de la ciudad, el Kungsträgarden. También se puede llegar en tranvía o en autobús.

La mayor parte de los corredores realizan un circuito en dirección este a la ida y oeste a la vuelta, de ocho kilómetros y medio, sin contar los desvíos, que nos permiten echar una ojeada a las atracciones turísticas –algunas de ellas cerradas ahora– por si decidimos volver sin prisa. Los locales corren allí todo el año sin importarles las posibles inclemencias del tiempo, que combaten con buen equipamiento. Cada temporada tiene su encanto. En la primavera, las flores invaden el paisaje; en verano, admiramos la belleza y elegancia atlética de las corredoras locales –supongo que las atletas que vengan de fuera podrán decir lo mismo de los varones–. En otoño, los árboles de hoja caduca adquieren los fuertes tonos amarillo, naranja y azul que anuncian su decadencia; mientras que en invierno los abedules llameantes reflejan la luz mortecina.
 

Parque de atracciones Gröna Lund, que se puede ver en el recorrido por Djurgarden

Parque de atracciones Gröna Lund, que se puede ver en el recorrido por Djurgarden

Se empieza en Dujurgardsvägen, con ligero desvío a la izquierda para localizar el Museo Vasa, el más visitado de Escandinavia que está dedicado al enorme barco hundido en 1628 al poco de salir del astillero, que fue rescatado casi íntegro tres siglos después. A continuación, se puede admirar el inmenso edificio neogótico del Museo Nórdico, dedicado a la cultura local, la entrada al parque de atracciones Gröna Lund y el museo dedicado al grupo Abba. Al otro lado de Djurgardsvägen se accede al famoso Skansen, el museo al aire libre más antiguo del mundo, en el que habitan numerosos animales y que reproduce casas y costumbre locales, especialmente del siglo XIX. En un lateral, la Embajada de España, situada en la mansión del Príncipe Carl, de comienzos del siglo XX, de la que solo se observa el jardín.

El circuito transcurre al lado del canal, en medio del verdor. Un par de kilómetros más adelante, se efectúa un desvío hasta Waldemarsudde, el palacio del príncipe Eugen, pintor paisajístico de finales del XIX y comienzos del siguiente. Cuenta con un fantástico jardín, incluidas esculturas de Rodin y una gran colección de pintura, tanto propias como de los grandes pintores escandinavos de la época.

De regreso por el norte de la isla, destaca el Palacio y los jardines de Rosendal, construido en los años 20 del siglo XIX para Karl Johan XIV, el primer Bernardotte, abierto al público solo en verano y que es un testimonio único del estilo Imperio, que en Suecia toma el nombre de ese rey.

El circuito termina en la llamada Puerta Azul, al lado de donde se inició.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).