Opinión

Disneylandia en Siberia

Cada cierto tiempo, aparecen planes para grandes parques de atracciones en los lugares más inesperados de la geografía española, que, en general, se quedan en nada

Cada dos años, más o menos, aparecen planes para la construcción de grandes parques de atracciones en los lugares más inesperados de la geografía española. Los promotores suelen asegurar que cuentan con el apoyo de una gran empresa americana del sector y con los inversionistas necesarios. En general, al cabo de unos meses se quedan en nada, como ha sido el caso del parque Paramount en Murcia, del Eurovegas en Madrid, del Gran Scala en mitad de los Monegros (Aragón) o del Reino de D. Quijote en Ciudad Real.

Posiblemente, esto es lo mejor que puede ocurrir, al menos desde el punto de vista del contribuyente porque, con la sola excepción de Port Aventura, todos los grandes parques que se han puesto en funcionamiento nos han costado un dineral. El Warner en Madrid fue rentable antes de la pandemia, pero solo después de que la Comunidad se hiciese cargo de deudas acumuladas por varios cientos de millones. Lo mismo ha ocurrido con Terra Mítica en Benidorm (Alicante) o Isla Mágica en la Cartuja de Sevilla con sus respectivos gobiernos regionales. Los iniciales promotores con sus acompañantes americanos desaparecen, incluso a veces antes de la inauguración y, a partir de ese momento, propietarios y gestores cambian cada poco, dejando por el camino más deudas.

Incluso la propiedad de Port Aventura —que no olvidemos, está localizada en los terrenos seleccionados por Disney para su parque en España—, en caso de haber sido esta la elegida, ha circulado de mano en mano.
 

Mapa del parque de atracciones PortAventura | Foto: PortAventura World

Lo mismo ha pasado con el Eurodisney próximo a París (Francia), a pesar de que se han cumplido las previsiones de venta de entradas. Allí todos los inversores iniciales, entre los que no está Disney, que cobra por gestión y regalías, han perdido su capital a lo largo de las sucesivas ampliaciones y nunca se han podido cubrir los costes de amortización de la inversión inicial.

El problema es que no basta —aunque sea una condición necesaria— con vender los millones de entradas previstos, sino que la gente tiene también que gastar dentro del parque en alojamiento, en su caso, comida, bebida y objetos de recuerdo. El público de vecindad, que compra pases anuales, consume menos a medida que visita el parque repetidamente y exige la continua y cara renovación de las atracciones. Un parque necesita una población de alta capacidad económica a una distancia razonable, pero también a los que se trasladan desde lejos y que van a vivir una experiencia única por la que están dispuestos a gastar mucho más.

Cuando parecía que las aguas se habían calmado surge “Elysium City”, haciendo referencia a los Campos Elíseos, esa parte del inframundo primero y del cielo después a donde iban a parar las almas de los héroes. 1.200 hectáreas, 15.000 millones de inversión, 50.000 empleos, un parque acuático, puerto deportivo, campo de golf, estadio para 40.000 personas, casinos, 28.000 plazas de alojamiento. Se pretende atraer a 3 millones de visitantes en el primer año de funcionamiento.
 

Proyecto de Elysium City. Recreación hecha por la propia empresa

El proyecto, en la llamada Siberia extremeña, pretende hacer una verdadera ciudad en ese recóndito lugar, al lado del pueblo de Castilblanco (Badajoz), el de los sucesos de año nuevo de 1932. La zona está dentro de una reserva de la biosfera, con dehesas de olivares, cuatro embalses —es la comarca con más costa interior de España—, el dolmen de Valdecaballeros (Badajoz) y las pinturas rupestres de Risco (Badajoz). En toda la reserva —156.000 hectáreas— hay 16 miradores, dos para ver la berrea y 34 rutas de senderismo.

La Junta de Extremadura ya promulgó la Ley de Grandes Instalaciones de Ocio, que otorgará al proyecto ciertos beneficios una vez obtenido el visto bueno medioambiental y aprobado el plan de actuación; y en diciembre de 2020, concedió la calificación de “gran instalación de ocio” con beneficios fiscales, expropiatorios y de tramitación.

Los promotores, como en todos los casos, quieren inversiones públicas en infraestructuras que mejoren los accesos al espacio seleccionado. Las más importantes la extensión del AVE, en su día, desde Talavera (Toledo) hasta Castilblanco, la ampliación del aeropuerto de Badajoz y el desdoblamiento de la N-502, que, en todo caso revalorizarían los terrenos, con o sin parque. La propia empresa promotora se ofrece a pagar el desdoblamiento de la carretera con la emisión de bonos público-privados.
 

Trenes AVE en la estación de Atocha, Madrid

La experiencia parisina nos indica que, si el tiempo de transporte es breve y permite ir y volver en el día desde un gran centro de población —Madrid en este caso—, los turistas, en general, prefieren alojarse en la ciudad, que aprovechan para visitar, donde los precios suelen ser más económicos. El resultado es que una de las inversiones más caras, la de los hoteles, tiene dificultades para la amortización.

El impulsor es el empresario sevillano Francisco Nuchera, que ya había intentado desarrollar en el mismo lugar una urbanización de golf. Los trabajos de diseño, captación de inversores, y en su día, gestión corrían a cargo de Cora Alpha, que dirige Jim Cora, jubilado de Disney desde hace 20 años y con quien trabajé codo a codo en el proyecto Eurodisney que al final fue a París. La prensa local aseguraba que la empresa de Cora invertiría 3.000 millones, pero Jim sabe bien que en estos casos no se usa el dinero propio.

Hace unos meses, Jim se separó de su socio, Alfonso de Borbón Hardenberg, y abandonó el proyecto, algo de lo que no han informado los medios locales. El nuevo presidente de la sociedad promotora es Mario Manzini, al que no se le conoce experiencia en el mundo de los parques temáticos.



 

Ahora da la impresión de que el proyecto Elysium es el de la construcción de una ciudad en un idílico emplazamiento, que excluiría a los coches de gasolina y obtendría la energía a través de una gran planta fotovoltaica. Todo muy futurístico. “Ya no es un proyecto de ocio, sino ‘un proyecto de estilo de vida’”, según Manzini. Ahora el inversor seria Robert Sergent, un conocido financiero, que también sabe que en estos asuntos no se invierte el dinero propio y que más bien cobrará si encuentra financiación, que buscará a través de entidades europeas especializadas.

Como por arte de magia, la gran “instalación de ocio” autorizada se ha convertido en una ciudad, los inversores iniciales han desaparecido y ahora, con el permiso en el bolsillo, empieza la verdadera aventura que puede terminar tal que Los Campos Elíseos, como parte del infierno o, con suerte, como parte del cielo.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).

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