Mi madre, mi tía y yo llevábamos tiempo hablando de hacer un viaje juntas. Finalmente, las navidades pasadas, le regalamos el billete y el hotel a mi madre. Era cuestión de esperar y preparar para hacer las maletas.
Verano de 2019, destino Londres, nos adentramos en el aeropuerto y solo esperábamos no perdernos por el camino. Llegamos al apartamento, después de varios trasbordos, y comenzamos a descubrir la ciudad.
Teníamos actividades organizadas para todos los días del viaje, empezando por la subida al teleférico que recorría la ciudad, superando miedos; el paseo en barco por el Támesis, que nos dejó en paradero desconocido; y nuestras dos pequeñas escapadas a las zonas vecinas de Cambridge y Greenwich.
Durante el viaje, nos sentimos siempre como en casa. En un día y medio nos habíamos hecho a la ciudad y nos recorríamos las calles como si hubiésemos vivido allí durante toda nuestra vida. Aprendimos muchas cosas de la cultura, entre ellas, de la comida, y mejoramos nuestro nivel de inglés, intentando no perdernos, aprendiendo a pronunciar bien las paradas de metro y preguntando direcciones a la gente de la calle. La inmersión era total. ¡Hasta mi madre se animó a hablar!
Aquí os dejamos una imagen del Puente de la Torre de Londres, que sacamos durante la última noche que estuvimos allí, de camino a la cena de despedida.
Este viaje también fue parte del regalo de cumpleaños de mi tía, que coincidía en las fechas que estábamos fuera. Por lo que nos fuimos de cena para celebrarlo, con su copa de vino en mano y sus velas encendidas, como era costumbre.