Etiopía vive ahora mismo la peor sequía de sus últimos 50 años. Esto ha incrementado la hambruna y la dependencia de los organismos de cooperación, cuya ayuda, avisan, se agotará en apenas dos meses, lo que pondría a millones de personas en riesgo de morir por inanición. En este difícil contexto, el gobierno etíope ha decidido apostar por el turismo, con el que espera generar 30.000 millones de euros anuales. Se trata de uno de los gobiernos africanos más estables (en los últimos diez años el PIB del país ha crecido un 10%), aunque también, según cuentan ONGs y responsables de compañías aéreas, de un gobierno de trato difícil. La principal atracción turística de Etiopía serían las iglesias ortodoxas del siglo XII, en la afueras de Lalibela. Muchos consideran, no obstante, complicado gestionar la confluencia del turismo occidental con la miseria del país. Otro de los factores de riesgo sería un posible ataque del ISIS. Se trata de una nación en la que conviven en paz ortodoxos (dos terceras partes de la población) y musulmanes (el tercio restante), pero cuyas medidas de seguridad para evitar atentados pueden ser exiguas. Así lo confirma un expiloto de una aerolínea etíope, que asegura que la seguridad de las aerolíneas es buena, pero la de los aeropuertos es casi nula. Esto podría provocar recelos entre los turistas