Opinión

Trump y las empresas turísticas

El posicionamiento político de las compañías está afectando a su negocio

El decreto presidencial prohibiendo la entrada a Estados Unidos de nacionales de siete países musulmanes, suspendido provisionalmente por un juez federal y por la Corte de Apelaciones, ha tenido efectos secundarios que demuestran la fuerza del consumidor en la economía de servicios. La creencia de que Uber había boicoteado la huelga de taxistas en Nueva York recogiendo clientes en los aeropuertos consiguió que numerosos pasajeros se pasaran a Lyft, que ofrece servicios similares a mucha menor escala, pero que esos días sobrepasó al líder en solicitudes. La campaña ‘deleteUber’  que recomendaba borrar esa app fue un éxito.

El presidente de Uber, Travis Kalanick, comunicó inmediatamente que él y la empresa estaban en desacuerdo con el Decreto, puesto que muchos de sus conductores son inmigrantes de algunos de los países afectados. No fue suficiente. La presión le ha obligado a dimitir del Consejo Asesor de Trump compuesto por presidentes de algunas de las empresas más importantes del país, poniendo sobre la mesa la muy interesante disyuntiva de si es mejor no colaborar o, como propone Elon Musk el CEO de Tesla, intentar convencer al Presidente de cuáles son las políticas más beneficiosas para la sociedad y evitar que sea asesorado sólo por los extremistas.  Aunque la posición de Musk parece razonable, sus probabilidades de éxito son escasas dado el carácter del personaje. A Kalanick le seguirán otros.

En una situación comprometida se encuentra Bob Iger, presidente de Disney, empresa multinacional donde las haya, con intereses en parques en Asia y en Paris y propietaria de la principal productora de cine del mundo. La presión popular, tanto dentro de Estados Unidos como en el resto del globo, para que tome posición puede llegar en cualquier momento poniendo en aprietos a una empresa de raíces profundamente conservadoras pero con una clientela universal.

Las grandes empresas tecnológicas ya se han posicionado en contra del decreto. 

Desde el punto de vista económico no está de más recordar, como lo ha hecho esta semana el periodista Fahred Zakaria, que el conjunto de los condados que votaron a Hillary Clinton tienen una cuota del PIB americano casi tres veces superior al de los que votaron a Trump. 

Uber es fuerte en California, Nueva York y, en general, en las ciudades de las costas, que es donde está el dinero y también la población más liberal y progresista que no está dispuesta a dejar pasar las tropelías del Presidente. Su capacidad de presión sobre empresas que no tienen activos físicos como las tecnológicas es muy inferior a la que puedo ejercer sobre los fabricantes de automóviles. La inteligencia se mueve mucho más fácilmente que la fábrica. Y no se olviden que los presidentes de Google y de Microsoft son hindúes y Steve Jobs era hijo de un sirio inmigrante.

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