Opinión

El turismo como revolución

La sociedad industrial potenció el turismo de salud porque con sus humos envenenó regiones enteras

El foro Canarias Comunica celebró un encuentro bajo el título Claves de la Próxima Revolución Turística, con una charla de Fernando Gallardo (escritor y crítico de hoteles de El País, que hizo el apartado de hoteles en la guía de Gran Canaria de El País/Aguilar que escribí en 1992), y un coloquio en el que participé junto al gerente del Patronato de Turismo de Gran Canaria, Pablo Llinares, el director de comunicación de Lopesan, Francisco Moreno, la responsable de comunicación de Loro Parque en Gran Canaria, Begoña Vera Guanche, y Raquel Lucía Pérez Brito, directora corporativa de Globalia en Canarias. El acto tuvo lugar coincidiendo con la celebración de la 41 Feria Internacional del Atlántico. Y se nos hizo poco el tiempo que tuvimos para la charla...

Gallardo ofreció varias perspectivas sobre la irrupción de las criptomonedas (el bitcoin, en particular) y su posible incidencia en el sector turístico, incluyendo otras novedades tecnológicas que ya se están implantando, pero que -a su juicio- la transformación más impactante será el desarrollo del dinero electrónico por cuanto el valor de las monedas oficiales están sujetas a los gobiernos y sus fines, mientras las monedas 'virtuales' surgen de una economía algorrítmica que crea otro concepto sobre el valor y la confianza.

El título del coloquio 'claves de la próxima revolución turística' señala un escenario posible en un negocio que moviliza 1300 millones de personas al año (y creciendo). O sea, cada segundo parten 41 personas hacia otro país para turistiar, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). Y ante esta realidad ¿cuántas revoluciones ha vivido el turismo para ser el 10% del PIB mundial y el sector que más crece en los últimos años? ¿Es el turismo una revolución permanente? ¿Es la revolución social más importante?

Cuando Marx y Engels afirmaron aquello de “Un fantasma recorre Europa” (Manifiesto Comunista, 1848) pudieron decir sin equivocarse que no era un fantasma sino un tren a vapor, la gran aportación de la primera etapa de la revolución industrial que se desarrolló entre finales el siglo XVIII y mediados del XIX. Sin transportes no habría revolución industrial y viceversa. Y esto transformó la demografía, creó una nueva economía, parió -dolorosamente- un nuevo modelo social, aceleró el deterioro ambiental… Pero fundamentalmente –para nuestro tema- provocó una revolución en el transporte y en los procesos productivos con la mecanización y la producción en serie.

El nuevo escenario exigía una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, factor de producción fundamental que se desplazó de las zonas agrícolas porque, además, la nueva sociedad creó una espiral de demanda de más obreros especializados, técnicos, investigadores y, sobre todo, consumidores.

 Aunque ya existía una forma de turismo previa a esta revolución industrial (como en todo hasta entonces, sólo para las élites), conocida como el Gran Tour (s XVII a 1820), la locomotora industrial creó nuevas posibilidades y necesidades para desplazarse. Por un lado, el tren permitía recorrer distancias en grupo. Esta oportunidad fue aprovechada por organizaciones religiosas para organizar las primeras excursiones turísticas que consistían en llevar alcohólicos a centros de rehabilitación por unos días (ahora hay destinos turísticos para emborracharse). Igualmente, las líneas marítimas se establecen con barcos a vapor y surgen los primeros cruceros y, de ahí, la turoperación (en ‘Thompson & Co.’ 1905,  Julio Verne lo anticipa en un viaje cuyo destino era ¡Gran Canaria y Tenerife!).

La sociedad industrial potenció el turismo de salud porque con sus humos envenenó regiones enteras. La nueva clase obrera añoraba entonces sus orígenes bucólicos entre plantas y ganado con un cielo impoluto. Y fue así como Canarias se convirtió en un gran destino para 'invalids'. En 1911 vivían 60000 personas en Las Palmas de Gran Canaria y contaba con 13 hoteles. Luego vendría el turismo burgués tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, una clientela para la que idealizó Néstor Martín-Fernández de la Torre su destino de tipismo que fue truncado por la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Otro de los impactos de la revolución industrial...

Las guerras, dramáticas, devastadoras, nos dejaron también la transformación del transporte aéreo y propició el turismo de masas, el turismo de esa clase trabajadora que los gobiernos comunista, fascista y nazi organizaron en colonias vacacionales con su carga de adoctrinamiento. Pero en 1936, el gobierno del Frente Popular francés de León Blum había aprobado una ley revolucionaria: un periodo de vacaciones pagadas para todos los trabajadores. Una norma que se ha extendido y consolidado en Europa. Una decisión que necesitaba espacios para esos millones de personas dispuestas a desplazarse para cambiar la monotonía.

Hoy el turismo de masas ha superado más de medio siglo de transformaciones en los transportes, la economía, la tecnología y la cultura. Hay destinos verdes, LGTB, de sol y playa, singles, nómadas digitales, familiares, terroríficos… De cualquier cosa que se demande surge un destino, incluso hay destinos que se inventan a sí mismos para llevarse parte del pastel. Ha sido una revolución constante y que permanece. No ha sido una revolución de barricadas, sino cultural y económica que ha transformado a toda la sociedad y está inserta en ella. Un derecho civil y social que aporta beneficios y también problemas que deben ser solventados teniendo en cuenta que no estamos ante un asunto local sino global totalmente revolucionado por la sociedad en red impulsada de forma meteórica por las telecomunicaciones y, como dice Fernando Gallardo, a las puertas de una nueva y profunda revolución turística.

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