El 8 de diciembre de 1916, cumpliéndose mañana su centenario, se promulgó en España un sistema de conservación de espacios naturales y de su biodiversidad que debía garantizar su disfrute y estudio a las generaciones venideras. Nacía una de las primeras legislaciones del mundo de parques nacionales. Dos años más tarde, se inició la protección bajo esta figura de las Montañas de Covadonga (ahora Picos de Europa) y el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Poco más de medio siglo después, concretamente en 1969, se creó el Parque Nacional de Doñana, un espacio especialmente singular, pues no sólo hace de lugar de encuentro entre dos continentes, el africano y el europeo, sino que ejerce de nexo entre el Atlántico y el Mediterráneo. Su situación privilegiada le convierte en obligado lugar de paso en la migración de aves y por ello es considerada la mayor reserva ecológica de Europa.

A todo este atractivo para biólogos, naturalistas y ciertos nichos de turistas, se le unió en 1994 la declaración por parte de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, un estatus sólo compartido con Ordesa y Monte perdido, en Huesca; las Cañadas del Teide, en Tenerife; y el Garajonay, en La Gomera.

A partir de ese nombramiento, el ya internacionalmente conocido Parque de Doñana, fue catapultado y promocionado como "joya de la humanidad", aportando a la región andaluza y a toda España una imagen mundial de sostenibildad, que actuaba de contrapeso ante la imagen de potencia turística devoradora del territorio que acompaña casi siempre al modelo de 'sol y playa'.

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Varios Parques Naturales y dos Parques Nacionales -el de Doñana y el de Sierra Nevada-, además de la propuesta del de la Sierra del las Nieves, han conferido a Andalucía de un valor para el turismo ecológico, activo y de naturaleza que es crucial para conseguir el desarrollo sostenible en una región cuya costa está super explotada. De hecho, ambos parques atraen a casi un millón visitantes, siendo 673.302 los que eligen Sierra Nevada y 288.897, Doñana.

Sin embargo, esta riqueza ecológica y turística podría ser pronto cosa del pasado, ya que el parque nacional de Doñana podría perder su estatus de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, al no haber seguido las cinco recomendaciones impuestas por la Organización de Naciones Unidas en verano de 2015 y cuyo plazo de cumplimiento expiraba el pasado 1 de diciembre a siete días del Centenario de Parques Nacionales. Así lo ha alertado la organización ecologista internacional WWF (World Wildlife Fund), que asegura que "Doñana puede convertirse en el primer espacio Patrimonio de la Humanidad de la Unión Europea declarado en peligro".

Desastres naturales acontecidos como el de Aznalcóllar o la construcción del oleoducto en las inmediaciones del parque, entre otros, han amenazado la flora y la fauna del entorno haciendo que el organismo internacional ponga en duda la conservación del mismo.

Ahora urge buscar soluciones para salvar este enclave natural y tomar las medidas necesarias para que este tipo de situaciones no vuelvan a repetirse. La búsqueda de los responsables de esta catástrofe, por su desidia o mala gestión, puede ayudar a ello. No obstante, ante el escenario más oscuro posible, es lícito cuestionarse cómo afrontaría Andalucía, y por extensión España, la degradación de imagen a nivel internacional que supondría tener que reconocer ante la UNESCO y ante el mundo, que no somos capaces ni dignos de mantener nuestros tesoros naturales y patrimoniales.