España y Portugal son como dos líneas paralelas que solo se encuentran para casarse o para pelearse por la herencia.

Este viaje al centro, no solo geográfico sino también emocional, de Portugal debería formar parte de los estudios de los niños españoles ahora que ya hemos dejado de pelearnos por la herencia -con una humilde excepción- para ver si las líneas paralelas se cruzan más frecuentemente por el buen motivo.

Los lugares se encuentran a distancia aceptable, unos 500 kilómetros desde Madrid, o unos 300 desde Salamanca, y ofrecen suficientes atractivos para algo más que el clásico fin de semana o para un par de viajes.

Todo empieza en Coímbra, ciudad de origen romano, desde donde Alfonso Enríquez, hijo del primer Conde de Portugal (el borgoñón Enrique) y de una hija de Alfonso VI de León, amplía la herencia de su padre y crea un verdadero condado de Portugal desde 1131. 50 años después se convertiría en reino, liberándose de León tras la correspondiente bula papal. Así, Coímbra se convirtió en la primera capital de Portugal, cuna sede seis reyes de la primera dinastía, sede de una de las originales universidades europeas y de un poderoso obispado. Actualmente, el centro medieval conserva interesantes edificios.

Al sur, en un increíble marco se encuentra el Hotel Palacio de Bussaco, construido por el último Rey de Portugal en estilo manuelino a comienzos del XX. Es la base ideal para la excursión.

Suscripción

El mismo Alfonso, todavía en busca de su reconocimiento papal, obtiene  el apoyo de Bernardo de Claraval tras otorgar al Cister grandes extensiones de terreno en los que se construye, al sur, y ya cerca del Atlántico, Santa Maria de Alcobasa, la mayor abadía gótica de  Portugal. Muy unida en su origen a la independencia y magníficamente restaurada acoge un Panteón Real y los túmulos del matrimonio real galaico-portugués: D. Pedro y Doña Inés de Castro.

Santa Maria de Alcobasa

Santa Maria de Alcobasa

De regreso hacia el nordeste hay que visitar Batalha con el fastuoso Monasterio de Santa Maria da Vitoria, de estilo gótico tardío y que constituye un verdadero orgullo nacional porque se construyó para celebrar la gran victoria portuguesa frente a las tropas castellanas y francesas cinco veces superiores, en el vecino lugar de Aljubarrota. En este episodio periférico de la Guerra de los Cien Años que tuvo lugar en 1385, con ayuda de la providencia y de los afamados arqueros ingleses, el Juan portugués venció al Juan castellano que reclamaba, como no, la herencia de su mujer portuguesa. El luso insatauró la dinastía de los Avi, nombre de la hermandad religiosa de la que era Gran Maestre. Los restos de los monarcas de esa estirpe reposan allí.

Ya de regreso el viaje termina en Tomar, donde en tiempos del ínclito Alfonso I (1162) los caballeros templarios fundaron el Convento de Cristo, uno de los principales monumentos de Portugal circundado por las murallas del imponente castillo.

Convento de Cristo

Convento de Cristo

En el interior la fascinante charola o Girola, una rotonda octogonal a imitación de la de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, construida al inicio de la fundación. Los caballeros circulaban en sus caballos por el deambulatorio sin tener que poner pie a tierra.

En 1581 se reúnen allí las Cortes de Tomar, tras la victoria del Gran Duque de Alba sobre el pretendiente local, el Prior de Crato, y la reclamación de los derechos de su patrón Felipe II a la herencia, una vez más, de su madre portuguesa. Los Estados portugueses reconocen al monarca español en una unión personal, que no de los países y este acepta el mantenimiento de las instituciones locales y de la capitalidad en Lisboa.

Es el momento álgido de la Monarquía española que dura hasta la independencia definitiva en 1640. Después las líneas se cruzaron con menor frecuencia  para las bodas pero ya no hubo más peleas por las herencias.

Todas esas abadías, conventos, basílicas, fueron desacralizadas a mediados del XIX con la supresión de las ordenes monásticas y recuperadas tras su abandono inicial. En los años ochenta fueron reconocidas como Patrimonio Universal por la Unesco, al igual que los edificios históricos del centro de Coímbra.

El Viaje a Portugal de Saramago puede ser un buen compañero de este viaje. Fue un escritor que entendió y practicó que las líneas paralelas de nuestros dos países se deben cruzar para casarse y no para pelearse.