Escribe un corresponsal de The Economist, en su número de mediados de agosto que, cansado de no obtener respuesta de  los directivos de importantes empresas con los que quería ponerse en contacto para obtener información para su próximo artículo, se ha visto obligado a escribir sobre las vacaciones. 

El resultado es interesante porque aparte de recordarnos algunos aspectos bien conocidos de esta costumbre, lo describe con el lenguaje sobrio y elegante de esa publicación. Nos recuerda que la costumbre de coger las vacaciones todos al tiempo en julio o agosto viene de la época de revolución industrial, cuando gran parte de los trabajadores lo hacían en fábricas, cuyo sistema de funcionamiento se basaba en la cadena que obliga a que todos trabajen o descansen al mismo tiempo. La costumbre se fue extendiendo a empresas de servicios y Administraciones Públicas cuyos trabajadores podrían perfectamente escalonar sus días de asueto. 

Taller durante la Revolución Industrial

Taller durante la Revolución Industrial

París, Madrid, Milán, Fráncfort quedan desiertas, excepto los lugares turísticos. Toda la Italia del interior desaparece en los días alrededor del 15 de agosto, en el “ferragosto”. 

En el Norte, en países como Suecia o Noruega, julio es el equivalente de agosto en el sur. Y en toda Europa solo tienen la obligación de quedarse aquellos que trabajan para multinacionales con fuertes ventas en lugares el mundo que no bajan el ritmo en el verano como Asia. Comenta el corresponsal que hay normas que regulan las vacaciones que son incongruentes, como el paro obligatorio de tres semanas en el verano en la construcción en Holanda, cuando es precisamente la época de mayor productividad por ser la más seca en un país tan lluvioso.

Suscripción

Hasta mediados del siglo pasado no había turismo de masas, por lo que daba igual cuando cogían las vacaciones los obreros y los administrativos, pero ahora que todos ellos confían en irse a la playa  o al campo un par de semanas, se encuentran con que tienen que hacerlo en la época del año en la que los alojamientos son más caros. En algunos países ya hay movimientos sindicales que reclaman una mayor flexibilidad, aunque como es sabido los sindicatos no pasan por su mejor momento.

Barcelona en verano

La limitación más clara para una sensata distribución de las fiestas viene dada por el calendario escolar, que ya ha escalonado el tiempo libre durante el resto del año, pero todavía no en el verano, aunque de hecho solo afecta al treinta por ciento de la población que tiene hijos en edad escolar. Hace falta un esfuerzo colectivo para corregir la situación, no solo en beneficio del turismo sino del bienestar de la población.