Canarias parece vivir en un intenso debate permanente sobre el papel del turismo en nuestra economía, en el que las opiniones al respecto se confrontan como hacen los pistoleros: mirándose nerviosamente de reojo, con la banda sonora de Morricone de fondo, en un páramo del sur de cualquier isla, bajo un sol abrasador y con una ligera brisa silbando entra las tabaibas; mientras cada cual roza su revolver con las yemas de los dedos esperando cualquier pequeño movimiento del otro para disparar.

Permítanme esta comparación con la clásica imagen del mejor western para ejemplificar como creo que estamos viviendo, en directo, nuestro propio desarrollo (o desarrollismo para algunos).

Siempre he dicho que Canarias no se podría entender hoy en día sin rememorar las mejores páginas de nuestra evolución, que han sido escritas, sin ningún género de dudas, por el turismo. En los años 50, aquí emigraba todo aquel que podía; mientas que ahora, uno de nuestros necesarios debates es justamente el poblacional, en gran medida por la gran atracción que provoca Canarias entre personas de medio mundo que vienen y querrán seguir viniendo por nuestra calidad de vida y por las oportunidades de empleo que aquí se generan.
 

El turismo no es el maná, pero desde luego, si está en algún sitio es del lado de las soluciones y las oportunidades


Canarias se ha dado la vuelta como un calcetín y claro… esto no ha sido ni es gratis.

Es evidente que el turismo no es la solución a todo, es rotundamente cierto que podríamos haber hecho muchas cosas mejor. Hemos evolucionado una barbaridad durante estas décadas de desarrollo turístico, con empresarios hechos a sí mismos, que provenían de la construcción o de la agricultura y que, de la noche a la mañana, se convirtieron en hoteleros, haciendo y deshaciendo de la mejor manera que su escasa formación, en muchos casos, les dio a entender. Décadas transcurridas en las que, como no, muchas cadenas nacionales o internacionales vieron la oportunidad e invirtieron en desarrollos turísticos hasta un presente, en el que, sorprendentemente, seguimos siendo atractivos.

Este progreso ha dejado huellas, aunque también se les podría llamar heridas, en nuestro territorio (actualmente nos resultaría incomprensible aceptar proyectos que en su día se consideraban estupendos), en nuestra estructura social, empresarial, en el empleo… No solo no podemos negarlo, sino que además, debemos aprender y mucho de nuestros errores (sin caer en el "no a todo").
 


 

Si tuviéramos un lienzo en blanco (conviene recordar que es solo una quimera), claro que muchos dibujaríamos un modelo turístico con menos hoteles, con menos camas, pero todas ocupadas por ricos que, con un mínimo impacto en el territorio, visitando espacios naturales o el litoral por cupos, con un enorme gasto en destino, felices con nuestras costumbres y consumiendo únicamente productos locales, sostuvieran con salarios espléndidos a un número acordado de empleados canarios (of course). El capital de la mayor parte de los empresarios no habría de ser ni siquiera español, sino obligatoriamente canario y preferiblemente isleño, de manera que cualquier beneficio que se generase, se reinvertiría en otros sectores, en los que deberíamos ser líderes mundiales, intensivos en puestos de trabajo especializados que serían ocupados también por canarios.

Todo este sarcasmo pretende llamar a los lectores a una reflexión necesaria porque, en mi opinión, son muchísimas más las ventajas, bondades y bienestar que el turismo ha traído y seguirá trayendo a nuestras vidas, que los inconvenientes que ha generado y los que pueda generar.

Creo que la clave es entender nuestro futuro no a pesar del turismo, sino gracias a él, a través de él, incluso, apostando por diversificar nuestra economía, apoyándonos en nuestro éxito acumulado.

Playa de Puerto Rico, en Mogán (Gran Canaria)

Playa de Amadores, en Mogán (Gran Canaria)

Cuando gira el turismo, nuestro mundo —Canarias— gira con él. Pero no nos equivoquemos, el turismo no es capaz por sí mismo de resolver todos los problemas de nuestro archipiélago, pero si es el que más y más rápido es capaz de transmitir a la economía su buena o mala salud.

El turismo no es el maná, pero desde luego, si está en algún sitio es del lado de las soluciones y las oportunidades para Canarias.

Creo que lo inteligente es apostar de forma decidida por el sector, avanzando hacia un modelo más comprometido con nuestra sociedad y con la fragilidad del territorio, pero no encuentro mejor manera de que nuestras islas tengan un buen futuro, si no es acariciando la bendita industria que nos ha traído hasta aquí.

El turismo tiene cosas feas y malas, que debemos y podemos limitar y erradicar, pero, sin duda, el turismo es el bueno de la película.

 

*Alberto Bernabé, asesor turístico y Senior Advisor en PwC España.