Al poco de acceder al cargo de Secretaria de Estado de Turismo, Isabel Borrego presentó con gran fanfarria el Plan Nacional e Integral de Turismo 2012-2016 (PNIT). Al terminar la legislatura, y el plazo de vigencia del mismo, ha llegado la hora de revisar si se han cumplido las promesas.

El objetivo principal era y sigue siendo la mejora de la rentabilidad a través del crecimiento del ingreso por turista. Como es bien sabido, el resultado de estos últimos años ha sido el contrario. Cada año los ingresos por turista han disminuido entre tres y cuatro puntos porcentuales, mientras que los ingresos totales han aumentado.

Las actuaciones para conseguir ese objetivo consistían fundamentalmente en la fidelización del cliente.

La primera medida del programa se basada en la creación de una tarjeta, apoyada por el sector privado, que daría puntos canjeables por estancias u otras prestaciones de las empresas afiliadas. La tarjeta fue anunciada e inmediatamente descartada tras consultas con entidades potencialmente interesadas y con consultoras internacionales.

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La segunda actuación, la entrada del sector privado en el ámbito del de decisión y financiación de Turespaña, se cumplió rápidamente en su primera parte, pero no así en la segunda, pues el sector privado no financia en 2016 más que en 2012; es decir no financia nada, al margen de las pequeñas aportaciones en especies con motivo de viajes de prensa y de agentes de viajes.

El tercero de los grandes proyectos era la reorganización y modernización de las Consejerías de Turismo, con una “profunda revisión” de las Oficinas de Turismo de España en el extranjero (OETS). Desgraciadamente ni reorganización, ni modernización, ni revisión, sino desprofesionalización a través de un Real Decreto que valora más los cargos políticos ocupados por los candidatos a las Consejerías que la experiencia en turismo. A ello se suman los consiguientes nombramientos recurridos por las Asociaciones profesionales.

En agua de borrajas ha quedado también el catálogo de servicios de Turespaña, que, entre otras cosas permitía a las OETS cobrar por alguno de sus servicios.

Desgraciadamente, también se ha olvidado la promesa de generar empleo de calidad con mayores sueldos y la creación de más contratos indefinidos frente a los temporales, puesto que lo que ha ocurrido ha sido precisamente lo contrario. O la de impulsar un marco normativo común para propiciar la unidad de mercado, precisamente cuando más falta haría tras el desarrollo de la mal llamada economía colaborativa.

Mejor suerte han corrido otras medidas como la controvertida reorientación de las estadísticas, que han pasado al INE; o la mejora en la emisión de visados y la modulación de las tasas aeroportuarias, que se ejecutan por organismos al margen de Turespaña. 

También han mejorado la estacionalidad y la desconcentración geográfica.

Al carecer de competencias la SdE debe limitar sus proyectos al ámbito de la coordinación y de la mejora de la promoción exterior en sus diversos aspectos.