El Confidencial del domingo 13 de agosto publicaba unas entrevistas con representantes del sector turístico en respuesta a las declaraciones del Consejero Delegado de TUI, Fritz Joussen, de que “España estaba ya bastante llena de turistas”. Escarrer, Gonzalo Fuentes de CC.OO., Hidalgo, Zoreda, Elías Bendodo (Presidente de la Diputación de Málaga) y Miguel Sánchez (Presidente del Consejo de Turismo de la Confederación de Empresarios de Andalucía) coinciden, según el diario digital, en que en España no sobran turistas, haciéndose eco del dicho ya enunciado por representantes de Lanzarote y Benidorm, entre otros, de que el único turista malo es el que se queda en casa. Pero al tiempo todos ellos piden también un turismo sostenible y mayor control de la oferta. Zoreda y Bendodo aprovechan el viaje para sacudir: el primero a TUI, por ocultar que lo que quiere es que bajen los precios de los hoteles en España y el malagueño a Ada Colau, a la que acusa de ser la inventora de la turismofobia- no de la palabra sino de los hechos-.

Estamos ante un claro ejemplo de corrección política, temerosos todos de que si dijeran lo que creo que verdaderamente piensan, algunos medios sensacionalistas ingleses o alemanes les acusarían de rechazo a los turistas de sus respectivos países y los políticos no podrían cantar los sucesivas récords en las llegadas.
El domingo 13 ya empezaban las matizaciones. En El País, Zoreda señalaba que la ley balear va por la buena dirección y reconocía que la saturación en ciertos destinos genera antipatía entre amplias capas de la población.

Suscripción

En defensa del turismo tenemos que empezar a reconocer que en determinados lugares hay demasiados turistas y que, no solamente generan antipatía entre amplias capas de la población local, sino también entre los propios turistas de mayor capacidad económica que pueden elegir otros destinos, generando la inesperada consecuencia, si se van, de disminuir aún más gasto medio por turista, que no ha parado de bajar- con la excepción de este año- en el último decenio. 

Los turistas marginales, aquellos que sólo vienen porque han aprovechado los últimos asientos no vendidos de Ryanair y han encontrado un alojamiento miserable por dos duros, consumen espacios públicos, agua, etc. que cuestan más al erario público que lo que se dejan por los impuestos aplicados a sus consumos; es decir, los estamos subvencionando. 

Recientemente en un bar del Camino de Santiago me comentaba el propietario que no eran pocos los caminantes que le pedían que les invitase al café porque eran peregrinos. Esos también figuran en las estadísticas y ayudan a sumar millones y millones con alegría de las autoridades.

A este paso llegaremos a los cien millones en 2019 y puede ser demasiado tarde para recuperar el perdido turismo de calidad que todos dicen buscar pero no encuentran y que es el que no sobra.