Una buena parte de las estaciones de esquí suizas de mayor fama se encuentran en el Cantón de los Grisones. Entre ellas, Saint Moritz, Davos, Klosters, Arosa y Pontresina, que a veces salen en los medios no por la calidad de sus pistas, sino por la de los usuarios de las mismas.

Es el mayor de los cantones suizos, el más extenso, el menos poblado y el único que tiene tres lenguas oficiales, el alemán, el italiano y el romanche. Se encuentra en el extremo oriental de la Confederación.

Desde España, Madrid o Barcelona se vuela a Zúrich y de allí, en un par de horas, se llega a cualquiera de las estaciones o, para los no esquiadores, o esquiadores de fondo, a los preciosos valles como el de la Engandina, en el que el pequeño pueblo de Sils Maria acogió durante largos periodos a Nietzche antes de la fase más aguda de su enfermedad.

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Esquí en Davos | Foto: davos.ch

Aunque los lugares son famosos como destinos de esquí, también tienen un importante turismo durante el resto del año, con magníficos centros de salud y las actividades al aire libre propias de esos lugares, como las caminatas por la montaña.

Klosters -unido a Davos por las pistas- y Saint Moritz se encuentran entre los centros más exclusivos del mundo y sobre ambos se ha escrito en abundancia. Davos es un caso aparte, con un conjunto de pistas extraordinario se ha hecho famoso por los motivos conocidos y casi hemos olvidado que allí transcurre el relato de Thomas Mann La Montaña mágica, una de las obras más importantes de la literatura alemana de comienzos del Siglo XX. Menos conocidas y mucho menos “pijas” son Arosa y Laax y por eso mismo son las preferidas de las familias suizas de capacidad de gasto limitada (allí da la impresión de que todos se ganan bien la vida).

Arosa, que se unió con Lenzerheide a través de un teleférico en 2014, dispone de 220 kilómetros de pistas (Baqueira tiene 160), una gran parte de ellas adecuadas para las familias.

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Snowpark LAAX | Foto: laax.com

La menos conocida es Laax, unida a Flims y Falera, y con el mismo dominio esquiable. Allí conviven perfectamente las escuelas de esquí infantiles, en la parte media de la estación, con las pistas que bajan desde el glaciar situado a 3.000 metros y llegan hasta los mencionados pueblos situados a 1.200 metros, con un desnivel de 1.800 metros que los muy fuertes pueden hacerse de un tirón, evitando las áreas familiares.

La nieve está bien pisada, los remontes son suficientes para que las colas sean cortas y además educadas -nadie pisa las tablas de los que van delante- todo ello con la bien conocida eficiencia suiza. El Rockresort ofrece restaurantes, hoteles, centro comercial, una rápida tienda de alquiler de esquís y un organizadísimo depósito para los alojados en los hoteles locales.

Todo ello, por supuesto, a un coste superior al de Austria o Francia.

El forfait diario con seguro asciende a los 80 euros. Los hoteles también son caros, pero de buena relación calidad-precio y hay una aceptable oferta de apartamentos a precio razonable. Los restaurantes son de tipo suizo burgués, nada que ver con Saint Moritz, sin pretensiones de estrellas, los más populares del lugar son un chino y un par de italianos al precio correspondiente. Sin embargo, la tienen tomada con el vino, a pesar de que el cantón es el principal productor de Suiza, no hay manera de tomar una botella por menos de 40 euros.

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Esquí en Laax | Foto: laax.com

Lo que no tiene remedio es la relación de los nativos, aunque sean solo de segunda generación con el dinero. En los restaurantes en pista te cobran cada uno de los sobrecitos de mayonesa ketchup o mostaza para las salchichas o las patatas fritas. En el vestuario de la piscina de uno de los mejores hoteles hay que depositar un par de francos en la taquilla, que al terminar devuelven, pero si no tienes los dos francos lo que te ofrecen en recepción es que los pagues con la tarjeta de crédito, y ellos te dan la moneda con la que te puedes quedar y que no te interesa por ser el último dia. Al final conseguimos un préstamo del par de francos de una de las recepcionistas, lo que pareció algo inaudito.

Y, finalmente, en la gasolinera, dispuesta al lado del aeropuerto, el lavabo exigía una moneda de un franco, que no devolvía. La cajera se negó a incluirlo en la factura de la gasolina para dármelo en mano, por lo que tuve que arriesgar un importante correctivo al resolver la necesidad en un lugar casi oculto al aire libre. Está claro que los suizos son ricos, pero lo han conseguido franco a franco, a través de varias generaciones y cobrando por hacer pis incluso en la gasolinera en la que has llenado el deposito.