En este año de la turismofobia y de los apretones por encontrar un lugar al sol o a la sombra, hay que buscar lugares a los que la invasión veraniega no ha llegado, bien por la climatología o bien por su escaso interés. En el caso del centro de Asturias, el motivo es el primero. La gente se acumula en Cudillero, hermoso pueblo marinero, pero en el que moverse en julio y agosto es casi tan difícil como hacerlo en el centro de Barcelona y se olvida del resto del municipio, aunque no de las playas. 

Cudillero

Cudillero

Es interesante visitar los pueblos de indianos, Somao y Malleza. El primero está edificado en una zona que domina la desembocadura de Nalón, a unos cuatro kilómetros del mar y en que algunos exitosos emigrantes construyeron curiosas mansiones a su regreso a comienzos del siglo pasado. 

Ya se nota que es un pueblo de pretensiones desde la rotonda de entrada, dominada por una gran escultura del residente local Miguel Angel Lombardía. Las tres o cuatro casas mejor conservadas están inspiradas en el movimiento inglés “Arts and crafts” de Morris y Ruskin. Su colocación en lo más alto las hace visibles en la distancia con un cierto aire de irrealidad.

Malleza, mucho más metida en el interior, cuenta con algunas casonas con escudo y se encuentra entre maizales castaños, robles, y, como no, algún eucalipto, como suspendida en el tiempo y queriendo recordar que esa es la Asturias de siempre, aunque sin las vacas. Enseguida te cuentan la historia de que allí se recibía diariamente “El Diario de la Marina “para no perder el ritmo de su querida Habana. En las cercanías, el Palacio del Conde de Toreno se ha convertido en un hotel.

Palacio Conde de Toreno

Palacio Conde de Toreno

Pero, en mi opinión, lo más interesante de la zona es una visita al cercano pueblo de Villavaler, que no tiene nada que ver pero en cambio mucho que experimentar si localizamos a Vespertino Menendez García y a su mujer Delfina. 

Vespertino , solo por el nombre merece conocerlo, es un agricultor moderno, de los de tractor, que en la zona son pocos, que cultiva lo que puede  pero que ha alcanzado fama local por su sidra, sin duda la mejor que he probado en mi vida. Todo es casero: las manzanas, la máquina que las estruja en un ‘llagar’ así se escribe allí, de antaño. 

Suscripción

Cada botella es de su padre y su madre y es envuelta en papel de periódico antes de ser metida en una bolsa de plástico junto con otras, para su traslado al hogar del ciudadano que aprovecha el viaje para hacerse con una unos orujos de arándanos.

Es lo que hoy denominamos turismo de experiencias. No hace sol pero uno se lo pasa bien  viendo lo que se ha venido haciendo desde hace siglos. En una clara demostración de lo difícil que es ser únicos, Vespertino me aseguro que conoce a otro de idéntico nombre y apellidos en Avilés, y que del mismo nombre pero distintos apellidos él sabe de cuatro o cinco en los pueblos vecinos.

Descendiendo hacia el mar, el paso por la iglesia prerrománica de Santianez de Pravia nos recuerda que el camino  de Santiago del norte recorre la zona otorgando méritos a los caminantes que, además de mojarse, tienen que subir y bajar constantemente por los caminos señalados. 

Santianez de Pravia

Santianez de Pravia

Las playas anchas, profundas y con marea cuentan todavía con espacios libres, a no ser que se trate de un día radiante de sol. Son abundantes en el municipio y en los limítrofes. La Concha de Artedo, la Playa del Aguilar, San Pedro o la playa del silencio permiten el baño, eso sí, fresquito.  

Concha de Artedo

Concha de Artedo

El recurso turístico de la zona es el cabo Vidio hasta donde llegan autobuses de turistas extranjeros para observar el amplio panorama de la retorcida costa astur. A menos de dos kilómetros se encuentra el cerrado Puerto de la Portiella al que hay que acceder por un túnel y desde el que en secreto se aprovisionaba a ls submarinos alemanes durante la segunda Guerra Mundial.