Todo empezó para mí hace unas semanas con el azar de conocer y tener largas conversaciones con Tianqui y Coco, dos jóvenes profesionales chinos que entraron en nuestra vida familiar a través de las Redes de la Hospitalidad. Estas nos permiten conocer a viajeros que cruzan las Islas Canarias, sin haber sido invitados por ningún canal oficial o formal del turismo de toda la vida.

Como jóvenes afincados temporalmente en Holanda en su periodo de inmersión laboral en la realidad occidental y antes de volverse a su país y después de haber hecho su periplo por las principales ciudades culturales e históricas del continente, decidieron acercarse a visitar nuestras islas. Lo que le atraía a esta pareja no era solo venir a un sitio cercano, de buen clima recomendado por otros amigos del sol y la playa europeos y con buenas conexiones desde cualquier ciudad media del Norte de Europa. Tampoco la gastronomía, ni nuestras singularidades naturales, ni la cultura tradicional.

Era su viaje emocional hacia sus sentimientos más profundos del amor juvenil en paisajes imaginados. Una peregrinación mágica hacia la literatura, que al igual que varios millones de jóvenes chinos en su despertar hacia el mundo abierto, la libertad y el deseo de aventura interior, habían sido cautivados por una escritora que inscribió a Canarias y el Sáhara de los años 70 en su biografía sentimental compartida: Sanmao.

Desde mi ignorancia profunda, todo fue asombro en aquellas conversaciones. Conocer la vida novelesca de esta mujer, reconocida como una de las más relevantes escritoras de entre las dos Chinas; su abundante obra, de la que no hay ningún texto traducido ni al español, ni al inglés; y que pasa fundamentalmente por estas tierras en su obra cumbre: Historias del Sáhara. Sanmao (1943-1991), que escribió poemas multiplicados y tradujo a Mafalda al chino, vivió su historia de amor entre Playa del Hombre (Gran Canaria), el Sáhara antes de la descolonización, el Puerto de la Cruz (Tenerife) y Barlovento (La Palma) —fue en este último emplazamiento donde falleció ahogado su amor, el buceador profesional José María Quero—. La escritora dejó su reguero de impresiones, sentimientos y relaciones en una obra, ya como profesora y reconocida autora de culto para toda una generación de su país, antes de su fallecimiento en trágicas circunstancias.

Ahora, algunas anécdotas sobre esta historia empiezan a emerger en nuestras islas: Artículos curiosos en las secciones de la prensa local, una placa en su vivienda puesta por el Ayuntamiento de Telde, un mirador en Barlovento y un reciente libro publicado por Manuel Poggio Capote (2015): El olivo y la flor del ciruelo.

Más allá de lo estrictamente literario, tras mi encuentro con mis nuevos amigos orientales no aventuro a saber si nos hallamos ante una grande de las letras o ante una romantización en clave de trágica love story de una ruta ansiada por millones de jóvenes chinos, que han visto en esta posible Frida Kahlo o Jack Kerouac el aliento para encontrar, como viajeros misioneros, el reencuentro con un mundo soñado y perdido en el que revivir una experiencia sentimental que marcó sus lecturas juveniles.

Según unos primeros cálculos aproximados hay entre 1 y 3 millones de chinos en Europa, trabajando o estudiando, letraheridos o discotequeros, de paso o con vínculos asentados en las sociedades y ciudades de acogida.

¿Podemos empezar a tender puentes deliberados, sutiles y emocionalmente inteligentes desde Canarias para estos viajeros que espontáneamente nos han descubierto como lugar de atracción?

¿Podemos sacar a Sanmao con dignidad, respeto y reconocimiento del oscuro desconocimiento en que se encuentra, en nuestro panteón de ilustres avanzados que han hecho de Canarias un destino para el mundo, en este caso al menos, chino?

Evitando su "Disneyficación a modo de Fátima", ¿puede Sanmao ocupar un lugar relevante en nuestros atractivos para la ya significativa y espontánea corriente de jóvenes y no tan jóvenes chinos que nos visitan entre nuestra indiferencia e ignorancia?

Se trata, como Tianqui y Coco nos enseñaron en nuestra última cena compartida, de conseguir que nuestra hospitalidad esté a la altura de sus expectativas: Guests come like coming back to his home.