John Gilpin, un fotógrafo australiano, se encontraba aquel día, 24 de febrero de 1970, inmortalizando el despegue de los aviones. Entonces, no notó nada inusual, hasta que una semana después reveló las fotos y descubrió que su cámara había sido testigo de un acontecimiento atroz: la caída en picado de un joven desde la aeronave.

Se trataba de Keith Sapsford, de procedencia australiana y de tan solo 14 años. Su padre lo recordaba como un joven inquieto, lleno de vida y con una pasión marcada: conocer el mundo. Incluso, era habitual que se escapara de casa. Debido a esas ansias, sus padres decidieron llevarlo de viaje, para saciar así su sed de conocimientos del globo.

Sin embargo, aquello no fue suficiente y el 21 de diciembre, Sapsford volvió a escaparse para no volver jamás. Tres días después, se dirigió al aeropuerto de Sídney y se coló en el tren de aterrizaje de un avión DC-8 de Japan Airlines. Los técnicos creen que el chico se ocultó allí durante varias horas antes del despegue. Durante la operación de despegue, precisamente, a unos 60 o 100 metros de altura, el movimiento de retracción de las ruedas provocó la caída del joven.  

Los médicos diagnosticaron que Sapsford pudo morir de cualquier forma, ya hubiera sido por las bajas temperaturas o por la falta de oxígeno.