España no es un país excesivamente crítico ante los desnudos y algunas escenas son vistas con relativa normalidad algo que puede chocar a muchos turistas que la visitan por primera vez; de hecho, no existen problemas con gestos tan cotidianos como el amamantamiento de un niño. Sin embargo, todo tiene un límite y este quizás es el que se está rebasando en las dos principales ciudades españolas.

La Rambla de Barcelona concentra la atención de la mayoría de turistas que visita la Ciudad Condal. Sus restaurantes, las estatuas humanas y las tiendas suponen un gran atractivo para aquellos que se adentran en ella. Pero no sólo los viajeros armados con sus cámaras de fotos y sus chanclas están interesados en este emblemático enclave. Este es el caso de la empresa californiana Kink, una de las mayores productoras y distribuidoras de porno extremo. Cientos de visitantes asisten atónitos a cómo se filman escenas con mujeres esposadas, azotadas y paseadas como esclavas por ella o las que caminan semidesnudas en los aledaños de la Sagrada Familia o el Maremagnum.

No falta el que aprovecha la situación para llevarse su particular foto de recuerdo, pero a todas luces este tipo de imágenes no favorecen a un destino turístico y, mucho menos, a uno que quiere apostar por la calidad y las compras, dejando atrás la borrachera y el descontrol. Se convierte pues en otra tarea pendiente a la que tiene que hacer frente un consistorio superado por la masificación turística y los alojamientos ilegales.

Ante el revuelo generado durante el último rodaje que tuvo lugar en abril, el Ayuntamiento anunció que revisaría los protocolos para evitar estas escenas "en espacios concurridos, con la voluntad de proteger a personas externas al rodaje y, en especial, a los menores de edad". Aunque cabe destacar que las ordenanzas prohíben practicar el sexo en la calle, sea o no con fines comerciales.

Eso sí, no deja de ser chocante que se den este tipo de escenas en la misma ciudad se imponen multas a turistas y residentes que lleven parte de su cuerpo desnudo: de 300 a 500 euros para los desnudos integrales o 'casi desnudos' y entre 120 y 300 euros para los que sólo lleven bañador o una pieza de ropa similar.

Pero no sólo Barcelona se enfrenta a estas grabaciones furtivas que dañan la imagen de la ciudad. Madrid también ha hecho las funciones de plató para este tipo de filmaciones. ¿El principal motivo? Las ciudades españolas son consideradas decorados agradables por los usuarios de las páginas pornográficas. 

Las céntricas Glorieta de Atocha y plaza del Callao también se convirtieron en inusuales sets de grabación, ante lo que los principales grupos políticos de la oposición han mostrado su rechazo y han solicitado medidas para impedir el rodaje en las calles de la Capital de películas con un contenido vejatorio para las mujeres. No obstante, desde el Ayuntamiento de la ciudad aseguran que es difícil de controlar ya que la propia regulación del municipio no exige permiso para rodar una película si no se utiliza trípode.

Más allá del daño que causa a residentes y, sobre todo a menores, y de su carácter aislado, ante esta situación es necesario preguntarse qué tipo de imagen se proyecta al exterior permitiendo este tipo de grabaciones en zonas transitadas por turistas. ¿De qué sirve invertir en grandes campañas promocionales para proyectar un destino como familiar si luego un sólo turista puede viralizar cualquiera de estas escenas?