Echar, lanzar, tirar las campanas al vuelo es lo que ocurría, antes de que se inventara la radio, cuando se quería comunicar a la población una buena noticia de importancia y se dejaba que las campanas quedaran sueltas sin someterse a los ritmos marcados para otras ocasiones. 

Eso es lo que está ocurriendo en estos momentos con las noticias relativas al turismo. Este importante sector tiene que esperar a Semana Santa o a agosto para obtener un espacio aceptable en los medios de comunicación. Así ha sido este año, como en los anteriores, solo que los medios y las autoridades han decidido lanzar las campanas al vuelo.

No hay duda de que hemos tenido una magnífica Semana Santa. Las temperaturas, superiores a los 30 grados en la mayor parte de España, lo tarde que ha caído este año, y la debilidad de algunos de nuestros competidores han permitido que playas, ciudades con procesiones, destinos del interior y hasta estaciones de esquí hayan tenido un lleno casi total.

El ruido de las campanas nos impide, sin embargo, escuchar otros sonidos que deberían mandarnos mensajes más matizados, el primero de los cuales es que es precisamente en épocas de bonanza cuando se tienen que poner las medidas para que el inevitable sufrimiento de la crisis, cuando esta llegue, nos coja más preparados. Tenemos muchos más turistas, pero ¿tenemos un turismo mejor? Los datos que se publican, número de viajeros, ingresos totales, factores de ocupación y gasto diario son todos positivos pero hay dos de los que se escribe poco y de los que no deberíamos olvidarnos. 

El primero es el gasto por turista, lo que cada turista gasta en España durante su viaje. Según los datos de balanza de pagos del Banco de España hace ya más de diez años que está bajando. Actualmente no llega a los 750 euros, cuando había estado por encima de 1000. En segundo lugar, y como motivo de esa reducción en el gasto, la disminución en la estancia media, aunque esta menos acentuada. Una de sus consecuencias es la baja calidad de gran parte del empleo.

Turistas en una terraza de Ibiza

Turistas en una terraza de Ibiza

Parece lógico concluir que una gran fracción importante de los nuevos turistas se queda menos tiempo y gasta mucho menos que los que nos visitan habitualmente. Son clientes que viajan por precio; antes iban a Túnez, Egipto o a Turquía, aprovechando las numerosas ofertas de las compañías de bajo coste. Muchos de ellos se alojan en establecimientos no hoteleros, que son más baratos y crecen más que los regulados. Para consuelo de los despistados, lo mismo esta ocurriendo en Grecia, donde además también disminuyó el año pasado el gasto medio diario.

El turista que gasta menos consume bienes públicos, agua, playas, carreteras, aeropuertos, exactamente igual que el que gasta más y, en algunos casos, llega a no ser rentable. La huella por emisiones de efecto invernadero del turismo y la aviación crece más rápidamente que en otros sectores, precisamente por ese aumento del número de personas que vienen.

Todas las autoridades declaran que quieren turismo de calidad y no cantidad, pero poco hacen. Al menos algunos hoteleros han renovado zonas maduras, como Meliá en Magaluf y Matutes en Ibiza o se han concentrado en zonas nuevas de buen nivel como el sur de Tenerife. Aún así, es poco en comparación con lo que debería hacerse.

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Las administraciones deben actuar para regular adecuadamente la oferta extrahotelera. No prohibiendo, lo que genera oferta ilegal, sino equiparando las condiciones para funcionar e incluso, si es necesario, imponiendo tasas especificas a este tipo de actividad.

Cuando se alquila una casa entera no es “economía colaborativa” sino simplemente una pensión, según afirmaba recientemente un concejal madrileño. Los transportes públicos deben ser limpios, y no solo por fuera. Los hoteleros deben aprovechar sus mayores beneficios para mejorar instalaciones, reducir emisiones negativas y subir la calidad en su conjunto. Ahora hay dinero, al menos en el sector privado, para actuar y puede haberlo en ciertos municipios si se pierde el miedo a las tasas turísticas, que pueden ser necesarias. 

España es el país más competitivo del mundo en turismo, según el Foro Económico de Davos. Además de competitivo también tiene que ser rentable, no solo para el sector privado sino también para la sociedad.