Cientos de barcos en todo el mundo son reutilizados para diversos fines después de ser retirados de la circulación. Lejos de transformarlos en un amasijo de hierro, muchos empresarios le dan una segunda oportunidad y los convierten en auténticas minas de oro. No es el caso del portaaviones español  Príncipe de Asturias cuyo destino ya está escrito y no se salvará del desguace en Turquía. Querían transformarlo en un museo siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, que cuenta con cinco portaaviones repartidos por toda su geografía y que son uno de los principales atractivos turísticos de las ciudades que los albergan: el USS Yorktown en Charleston, el SC USS Intrepid en Nueva York, el USS Hornet en Alameda: el USS Lexington en Corpus Christi, Texas y el USS Midway en San Diego, California y el USS Midway, en San Diego, California. Al final no pudo ser. 

 

Una práctica común en España 

Lo de convertir en chatarra posibles fuentes de ingresos viene de lejos. El 18 de febrero de 1952 el submarino alemán U167 fue reflotado por la Compañía de Reflotaciones Marítimas S.A. Estaba a 23 metros de profundidad a unas 3 millas náuticas de la costa de Maspalomas, al sur de Gran Canaria. Tras la maniobra, el submarino quedó fondeado frente al castillo de La Luz, en las Palmas de Gran Canaria durante unos meses. Lejos de convertirlo en una atracción turística, en 1953 se procedió a su desguace,  aunque por aquel entonces Canarias vivía una de las primeras etapas del turismo de masas característico de la región. La acción no estuvo excenta de polémica porque para sorpresa de todos, la nave albergaba en su interior tres torpedos listos para ser lanzados que acabaron siendo vendidos también como chatarra en Madrid. 

Submarinoaleman
Submarino alemán U167 en las Islas Canarias 

No es el único caso de desaprovechamiento en cuestiones turísticas. En 2009 algunas voces se alzaron para que la fragata Asturias, después de ser dada de baja por la Armada Española, se convirtiera en un Museo naval Militar flotante con sede en el Arsenal Militar de Ferrol, en Asturias. También a la fragata Extremadura en 2010 quisieron convertirla en museo, argumentando que generaría una afluencia récord de público, y se convertiría en un aliciente extra para el turismo en la ciudad de Santander. Sin embargo, las dos  naves fueron subastadas por 1,5 millones de euros a la empresa murciana Desguaces París este año, y su destino, como el del portaaviones Príncipe de Asturias será un astillero en Turquía para su posterior desarme.

China, el ejemplo a seguir 

En este ámbito, como en otros muchos, China está unos cuantos pasos por delante del resto del mundo. Mientras los españoles desguazamos a nuestras viejas glorias, China aprecia el valor de las naves y las reconvierte en parques temáticos o incluso hoteles.

Minsk World, China
Minsk World, China

El Minsk, fue un portaaviones soviético que fue botado en 1978 y en 1995, después de una avería de difícil reparación, Rusia lo vendió como chatarra al gigante asiático. A raíz de esto, se creó el Minsk World, que desde su apertura el 10 de mayo de 2000 hasta 2005 había sido visitado por cinco millones de personas y había generado un beneficio de 6.917.500 euros. El parque cerró en 2016, pero se planea trasladar el buque hasta otro parque temático, en Nantong, Jiansu, después de restaurarlo. 

 
Portaaviones Kiev
Portaaviones Kiev

Existe otro caso, el del portaaviones Kiev, gemelo del anterior. En 1996, el barco fue vendido al parque de aviación Binbai en Tianjin, China, y en agosto de 2012 se convirtió en un hotel de lujo después de una renovación de 14,40 millones de euros. La nave, de 80.000 metros cuadrados,  alberga 148 habitaciones desde las estándar hasta la suite presidencial de 400 metros. 

 

 

Una joya en Gran Bretaña

El HMS Belfast fue un poderoso destructor que sirvió a Gran Bretaña a lo largo de 32 años desde que fue botado en 1938. El barco de la Armada Británica, considerado una de las joyas navales de la nación, participó en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra de Corea.

Tras ser retirado del servicio activo, evitaron su despiece y en 1971 lo convirtieron en museo flotante como parte del Imperial War Museum. Fue amarrado de manera permanente en el río Támesis, junto a Tower Bridge, donde permanece hasta la actualidad. 

HMS Belfast en el Támesis
HMS Belfast en el Támesis

Durante la visita al navío, se pueden recorrer sus nueve cubiertas en compañía de una audioguía que narra los acontecimientos más destacados en los que se vio involucrado, así como anécdotas y datos curiosos, todo ambientado con figuras y material auténtico de la época. En 2013, el museo alcanzó los 332.000 visitantes, cifra que lo situó en el puesto 75 de la lista de atracciones turísticas británicas.  Además cuenta con el certificado de excelencia de TripAdvisor, donde cuenta con 4,5 puntos sobre 5.

 

Otro ejemplo en Rusia

Pero no solo los portaaviones se reutilizan una vez acaba su función naval. Un caso destacable es el del crucero Aurora, en Rusia. La nave fue la encargada de dar la señal que dio comienzo a la revolución bolchevique en 1917 y es uno de los principales símbolos de San Petersburgo. El barco que participó en la batalla de Tsushima en la guerra ruso-japonesa (1904-1905) y que durante la Primera Guerra Mundial operó en la Flota del Báltico fue convertido en buque-museo en 1950 y seis años más tarde entró a formar parte del Museo Central de la Armada. 

El navío cuenta también con certificado de excelencia en Tripadvisor y alcanza una puntuación de 4 sobre 5. 

Crucero Aurora, San Petersburgo

Crucero Aurora, San Petersburgo

Lo que podría haber sido 

¿Reportaría grandes beneficios a España un barco-museo de este tipo? Con una industria turística cada vez más orientada a la conceptualización de los establecimientos y un visitante cada vez más exigente, nuestros grandes buques podrían haberse convertido en un reclamo turístico de calidad. Con diversos puertos repartidos por todo el territorio nacional, una travesía a modo de crucero en un portaaviones de las dimensiones del Príncipe de Asturias hubiera generado expectación, no solo entre los seguidores de lo militar, sino entre visitantes ávidos de nuevos tipos de atracciones. Y sin ser tan exigentes, el haber podido contar dentro de la oferta turística con museos navales móviles que hubiesen recalado por temporadas en los diferentes puertos españoles, por cierto, casi todos turísticos, hubiese sido un aliciente más para visitar nuestro país.

Además, ahora que España ha puesto la mirada en el mercado 'long haul' de alto poder adquisitivo de países como China, hubiera sido interesante optar por este tipo de entretenimientos basándonos en el éxito de estos en el país asiático. La oportunidad se nos puso en las manos. España optó por darle la espalda. Otra vez será.