Es bien sabido ya que España está batiendo todos los récords turísticos registrados. A la buena salud de este sector en nuestro país y el excelente trabajo de muchos agentes se suma la debilidad de los destinos competidores.

Durante el último año las calamidades que han asolado a nuestros rivales han copado portadas y han llenado artículos de prensa. A Turquía se le han acumulado los problemas: los atentados, tanto de grupos islamistas como de los kurdos, han golpeado seriamente a Estambul; la crisis diplomática con Rusia por los vuelos militares en sus fronteras ha vaciado los resorts de Antalya; y el golpe de Estado fallido ha incrementado la inseguridad de los turistas que tenían pensado visitar el país otomano.

Egipto también se ha enfrentado al miedo de los visitantes a los ataques terroristas. Especialmente duro para el país ha sido la cancelación de las conexiones aéreas que las compañías europeas operaban hacia el aeropuerto de Sharm el-Seij, en Hurghada, suponiendo el cierre de muchos resorts en esta zona popular del Mar Rojo. Túnez ha sido el tercero en discordia, aunque paso a paso, y apoyada en los turistas rusos, ucranianos y españoles, está retomando el pulso.

Suscripción

España ha sido el principal receptor de los denominados como turistas prestados. Durante dos temporadas turísticas los alemanes, británicos y los rusos han apostado, con más fuerza si cabe, por la seguridad, el clima, las playas y la veteranía de nuestras costas y archipiélagos. Durante estos dos estíos de puro éxito hemos tenido oportunidad para fidelizar a estos nuevos turistas.

Ahora llega el momento del contraataque para nuestros competidores. Tienen experiencia en la batalla, cuentan con armas de calidad -de hecho, la mayoría de sus hoteles y resorts exhiben unas prestaciones y características iguales o superiores a los establecimientos españoles- y ya han afilado su as en la manga: los precios.

 

Un ejemplo claro es Antalya. Tras perder la confianza de sus principales clientes, rusos y alemanes, esta región turca está apostando muy fuerte por recuperar lo que 'era suyo'. El órgano de promoción turística está publicitando estancias 'all inclusive' de siete noches con posibilidad de jugar al golf- deporte predilecto de los visitantes rusos- de forma ilimitada durante la temporada de invierno a precios que oscilan entre los 316 y los 722 euros. Y no es sólo una cuestión de presupuesto. Tienen muy claro quién es su cliente, conocen sus gustos, sus filias y sus fobias y ofrecen un producto de gran calidad totalmente adaptado a ellos.

La pregunta clave es: ¿Qué hará la industria turística española para responder a la bajada de precios que proponen estos destinos? ¿Prepararán los escudos o se alzarán en armas?