Un estudio realizado por el diario EL PAIS ha determinado que muchos de los productos que ofrecen los vendedores ambulantes en la playa y en este caso en concreto, la sangría, el mojito, el bocadillo o las empanadillas tienen restos fecales en proporciones más elevadas que las permitidas. 

Un equipo se trasladó hasta la playa de la Barceloneta y pidió mojitos a uno de los vendedores. Inmediatamente las bebidas fueron trasladas al Paseo Marítimo donde Carmen García Anglada, directoral del laboratorio de análisis de alimentos MicroBac y una técnica realizan la primera inspección. Con un termómetro determinaron que “el mojito está a una temperatura de 15,6 grados y en cualquier local autorizado lo exigible es que se sirva a entre tres y cuatro grados”. 

Por la noche, los lateros llevan cajas de plástico con bocadillos y samosas. Al analizar una de estas últimas se determina que está a 29,3 grados: “Está muy por encima de la temperatura que debería consumirse en frío, que rondaría los 8 grados, y si se consumiera en caliente debería ser de 70 grados”. 

Días después al analizar todas las muestras se determina que solo la sangría ha dado resultados correctos pero “el alcohol enmascara los resultados” y al no ser artesana sino de cartón el fabricante ya habría aportado sustancias contra la proliferación de bacterias.

Salvo esa excepción, todas las muestras han dado positivo en E.Coli (materia fecal). Además también se ha comprobado la presencia de samonella s.p y listeria monocytogenes “que son microorganismos que podrían provocarnos infecciones alimentarias”. 

En el mojito, si el valor de referencia debería ser inferior a 10, los exámenes marcan 720. Y si alguien comprara la bebida una hora más tarde la cifra alcanzaría los millones. Además, la presencia de E.Coli podría ser debido a que “el manipulador no se haya lavado las manos y haya contaminado hielo y/o envase”.