Sommar, Sommar... verano, verano, corto verano, que te vas como la arena entre las manos. Desde San Juan a los Cangrejos a la una del mediodía, y durante dos horas, la radio nacional sueca, la más escuchada del país, inicia su programa especial de verano con el vals que lleva ese título. El programa cambia de presentador cada día, pero es siempre una personalidad del mundo de la cultura.

El verano, como en el resto de Europa comienza en el solsticio de junio, aunque los suecos la llaman noche de mitad del verano, y termina a mediados de agosto con la fiesta de los cangrejos, en la última oportunidad de celebrar al aire libre.

En esa noche de junio las familias acuden, a veces vestidas con trajes regionales, a los numerosos prados comunales en los que han clavado un gran poste en forma de cruz, cubierto de hojas, encabezado por una bandera nacional y del que penden cintas con los colores suecos que niños y mayores agarran por el extremo para girar cantando las mismas canciones cada año. Avanzada la noche blanca, mandan a los niños a la cama, muy a pesar de estos, para dar paso a las orquestinas locales, que alargan la fiesta con valses, polkas y mucha cerveza, aquavit y, desde hace unos años, vino hasta que el cuerpo no aguanta más o a veces hasta que el del acordeón se cae hacia atrás y decide no levantarse.

En las capitales es distinto, claro, pero los suecos de verdad no están en las ciudades esa noche, sino en sus casitas de verano, las llamadas "roda stuga" (cabañas rojas),cercanas a su naturaleza que tanto aman y respetan.

Cuando llega la fiesta de los cangrejos ya huele a otoño y, aunque alegre y bien regada también de cerveza y aquavit, ya no se escucha en la radio el sommar, sommar, sino que a cada skol , cantan canciones más melancólicas, a veces con ayuda de hojas en las que llevan los textos escritos. En general se celebra con cangrejos de rio, agosto era el único mes en el S.XIX en el que podían pescarse, pero en la Costa Oeste no es extraño que lo hagan con cigalas, en ambos casos cocidos exclusivamente con eneldo fresco.

El aguardiente la cerveza, si tiene más de cinco grados y el vino, tuvieron que ser comprados en el "systembolaget", el monopolio estatal de venta de alcohol, una de las instituciones de más prestigio de la cultura sueca. Estas inmensas tiendas, sola por comarca, ofrecen una considerable variedad de vinos y licores de todo el mundo, y en el caso de los primeros a precios muy aceptables, gracias a una política estatal de éxito, que prefiere que la población deje el aguardiente y beba vino.


Aún quedan restos del paternalismo alcohólico, como en la obligación que tienen los restaurantes de tirar los tapones de las botellas de vino que sirven, para evitar la tentación de que se lleven lo sobrante o que adquieran el vino con objeto de beberlo en otro sitio.


Este verano, como todos desde hace cincuenta años, pasé una semana en la costa atlántica, al sur de Gotemburgo cerca de la ciudad balneario de Varberg. La casa de baños, que está al lado del puerto de la ciudad es uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura local de comienzos del Siglo XX. Allí comienza la playa pública, nada de top less, y más allá, otras playas cercadas y protegidas de la vista de los viandantes, dedicadas al nudismo y separadas las de hombres de las de mujeres. Sorprende el recato en el comportamiento.

Tanto al Norte como al Sur se extienden numerosas playas y bahías que no han sido pasto de la especulación. Gran parte del territorio próximo al mar está protegido. Varias de esas reservas son santuarios de pájaros. Las construcciones, en general de madera, son sencillas, propias de la clase media de las pequeñas ciudades del interior de la región, que desde los años cincuenta construyeron, con sus propias manos , a veces con la ayuda correspondida de sus vecinos, sus propios paraísos de pequeños burgueses, pura socialdemocracia en funcionamiento. Las limitaciones para la venta de propiedades a los extranjeros han ayudado a controlar los precios.


Con el paso del tiempo llego el agua corriente, por supuesto la electricidad, y otros servicios municipales hasta la actual instalación de la fibra óptica. Para muchos que construyeron su casa para las vacaciones, están han terminado convirtiéndose en su lugar de jubilación.


En gran parte de las bahías hay espacios dedicados al atraque de los barcos, en general a motor y de entre 4 y seis metros, que poseen una de cada cuatro familias. Dulce medianía, nada de yates ibicencos. La ostentación es pecado antisocial.


Una gran parte del día se dedica al cuidado del jardín, el uso masivo desde hace pocos años del pequeño robot cortacésped ha suprimido la mayor parte de los ruidos antes existentes. El barco ocupa gran parte del resto. Si el verano es malo, corto, por temperatura y lluvia, que no por luz, habrán navegado diez o doce días, que recordaran con alegría en las profundidades de la obscuridad.