Los portugueses fueron los primeros que, en el siglo XVI, empezaron a traer a Europa el 'citrus sinensis', también llamado naranja dulce y, sobre todo, la mandarina. La gente no se creyó que se pudieran importar naranjas frescas desde un país tan lejano y empezaron a utilizar la expresión naranjas de la china como una forma rotunda de negación.

Eso es lo que me pasa a mí con los turistas chinos, no es que no me crea que se pueden traer turistas desde China, aunque muy frescos no llegan, sino que el esfuerzo que desarrollan las diversas administraciones turísticas españolas para traerlos es desproporcionado con el resultado.

Digamos para empezar que en un buen fin de semana de agosto llegan a los destinos españoles tantos británicos como chinos en todo el año. Es verdad que el promedio de gasto en estos últimos es superior al del promedio de los británicos, pero la cuarta parte de estos que más gasta, y estamos hablando de casi cuatro millones, gasta más que el promedio de los chinos, y lo mismo vale para los escandinavos o los alemanes. El bosque de naranjos nos impide ver los abedules.

No quiero decir que no haya que buscar turistas en montañas lejanas, pero sí que nuestra prioridad debe centrarse en aquellos mercados en los que tenemos ventajas elativas claras y somos, en primer lugar, conocidos y, en segundo lugar, valorados.

                                                                                                                                                                                                                       «El año pasado más de cien millones de chinos salieron al extranjero y gastaron más de cien mil millones de euros».

Decía el mítico Jack Welch que la empresa que él dirigía, General Electric debía centrar sus esfuerzos en aquellos mercados en los que era líder o estaba posicionada en segundo lugar, el resto había que abandonarlos. Yo no llego a tanto pero reconozco que su posición era una guía hacia el liderazgo.

Está claro que con las estadísticas en la mano mi posición puede parecer absurda, a fin de cuentas el año pasado más de cien millones de chinos salieron al extranjero y gastaron más de cien mil millones de euros, pero las estadísticas, como decía Galbraith suelen servir más para ocultar que para enseñar.

Son muchos viajes al extranjero, sí, pero la mayor parte, casi un 70% son a un extranjero muy particular: Hong Kong, Macao y Taiwan, donde se habla y se come igual que en casa, pero además se puede jugar -ahora con limitaciones- y comprar objetos de marca casi un 40%  más barato.

                                                                                                                                     Fotografía de SABET sabet

Otro 20% va al resto de Asia, especialmente a países en los que hay importantes colonias chinas, en lo que más bien podría clasificarse como visitas a familiares. Y nos queda para los demás un 10% de los que América y Australia se llevan casi la mitad.

De los que vienen Europa, hablamos de unos cuatro millones de turistas chinos, Italia y París se llevan la gran parte, con cerca de un millón ochocientos mil cada una (las cifras son superiores a los cuatro millones debido a los viajes ?multipaís?, según SKIFT). Después vienen Alemania y Suiza e, incluso Austria, Holanda y Reino Unido. España, que con trescientos mil turistas chinos el año pasado se coloca en el numero treinta. Si Jack Welch me leyera quedaría muy preocupado. Es decir, que un escaso 0.3 de los chinos que salen al extranjero vienen a España donde constituyen un 0.4% de los turistas recibidos.

Pero nuestros políticos no se amedrentan y se lanzan a la conquista de ese mercado desde los sitios más inesperados. Así recopilamos varios titulares como: «las principales agencias de viajes chinas conocen la oferta turística de Cuenca» (La Tribuna de Cuenca, 03-12-2014), «agentes turísticos chinos evalúan hoy la capital para incluirla en la ruta turística» (Diario de Burgos, 04-12-2014) o «la visita se inscribe en una estrategia de promoción exterior de la ciudad que están llevando a cabo las instituciones burgalesas». Y se quedan tan panchos.

Claro que no hace falta viajar hasta las Dos Castillas, el anterior consejero de Turismo de Andalucía, una persona por otra parte sensata, declaró en este mismo diario que querían que Málaga se convirtiese en puerta de entrada el turismo chino a Europa, y eso sin un solo vuelo directo. Me imagino la preocupación en París o Roma. 

Pero no crean que no se pueda mejorar. La directora general de Turespaña, declaró en la feria de Shangai que «el turista chino que viaja a España suele quedarse más tiempo que en la mayoría de los países europeos con una media de once días, mientras en otros países no superan los seis» (EFE 05-11-2015). A algún asesor se le había roto la calculadora porque donde no se superan los seis es en España, aunque la cifra oficial sea de ocho pernoctaciones.


El turismo chino al exterior seguirá creciendo. En el 2020 los chinos harán doscientos millones de viajes fuera de sus fronteras, pero la mayor parte de ese crecimiento seguirá las pautas actuales y estaremos todavía lejos del millón que  en ese año, preveía el ministro Sebastián.

 

                                                                                                                                                                                                                                           «Nuestra prioridad debe centrarse en aquellos mercados en los que tenemos ventajas relativas claras, donde y ya somos conocidos y valorados».

 

"Los chinos viajan por prestigio" según SKIFT, para ellos es fundamental compartir experiencias en las redes sociales y traer regalos. El prestigio se obtiene con un selfie ante la torre Eiffel, la Mona Lisa o el Coliseo, algunos ni siquiera se dan la vuelta para ver la realidad, desgraciadamente los pocos selfies que se quieren hacer en España son ante el Bernabeu o el Nou Camp.

La promoción de España en China solo tiene sentido en el caso de Barcelona y Madrid. El 90% del gasto de los chinos con tarjeta es en las dos capitales. El esfuerzo que exige para los hoteles la adaptación a las exigencias de estos clientes solo merece la pena si reciben a un alto número de ellos.

En todo caso los más ricos van a París, Nueva York o Londres, exceptuando el señor Wang Jianlin, que ha referido comprar una parte del Atlético y el edificio España. A ver si los turista chinos que vienen a España también se hacen un selfie en el Manzanares.