Ser el país con más territorios conquistados durante siglos fue la mejor forma de destacar y lograr prestigio. En el siglo XX le sucedió la escalada armamentística: quien controlase las armas nucleares sería el más poderoso. A ello le siguió la carrera espacial entre Estados Unidos y Rusia, a la que tímidamente se asomó Europa, y a la que ahora se suman China y la India. En definitiva, la historia de la humanidad se puede resumir como una competición entre las naciones por ser las primeras.

En pleno siglo XXI, esta carrera sin frenos se ha trasladado a la industria aérea y más concretamente a la pugna entre aerolíneas del Golfo y las asiáticas por mostrar su preponderancia. Todas las compañías quieren tener la ruta más larga. De hecho, en tan sólo dos años se habrá batido el récord de vuelo de mayor duración por cuatro aerolíneas diferentes.

Hasta marzo de 2016, la ruta de Qantas de Dallas a Sidney era el más largo con una duración de 16 horas y 55 minutos. A partir de ese momento fue Emirates quien ostentó el récord con su vuelo directo entre Dubái y Auckland, operado por el Boeing 777-200LR, cuyo viaje de vuelta supondría 17 horas y 15 minutos.

Ayer le llegó el turno a Qatar Airways, que inauguró su servicio que une Doha con Auckland, Nueva Zelanda, que tarda 17 horas y 30 minutos y cubre una distancia de 14.535 kilómetros. La aerolínea celebró lo que consideran una jornada histórica ofreciendo menús especiales a bordo inspirados en una talla maorí tradicional para conmemorar el momento. Posteriormente, las celebraciones continuaron con el saludo tradicional de agua cuando el Boeing 777 de Qatar Airways aterrizó en la pista. Incluso Akbar Al Baker, CEO de Qatar Airways, iba a bordo para conmemorar el momento.

 

 

La nueva conexión diaria a Auckland es operado por un Boeing 777, que tiene una configuración en dos clases: 42 asientos en Clase Business y 217 asientos en Clase Económica. Los billetes de este vuelo tienen un coste aproximado de 1.265 dólares por trayecto en la clase turista y de 4.500 dólares en la clase ejecutiva.

Así, Qatar ha comenzado su reinado que es probable que dure poco, puesto que Singapore Airlines quiere reactivar su vuelo de 19 horas ente Singapur y Nueva Jersey (Estados Unidos) en 2018.

Más largo, menos práctico

La pregunta obligada es el motivo por el que están proliferando estas rutas entre Oriente Medio y Oceanía. ¿Existe un flujo de viajeros tan elevado como para establecer una vuelo diario entre ambas regiones?

La respuesta se halla en la intención de estas aerolíneas de convertir los aeropuertos del Golfo en hubs mundiales de referencia. El Aeropuerto Internacional de Dubái y el Aeropuerto Internacional de Hamad (Doha) se están convirtiendo en una escala casi obligatoria para todos los europeos que quieren cruzar hacia Asia u Oceanía. Un objetivo compartido y apoyado por las autoridades locales que han implantado visados de tránsito gratuitos para los visitantes de hasta 96 horas.

No obstante, es llamativo que la aviación surgiese como un medio para llegar a los destinos en el menor tiempo posible y esta meta se haya diluido con el paso de los años. Pero no siempre fue así. Hasta 2003, el Concorde reducía a la mitad los tiempos de vuelos comerciales con su velocidad supersónica. Una idea que ahora se quiere retomar.

La empresa Spaceship Company, propiedad de Sir Richard Branson, ha firmado una opción de compra de 10 jets supersónicos construidos por la empresa Boom, que pueden cubrir la ruta de Londres a Nueva York en menos de tres horas y media. Estos vuelos transatlánticos tendrían un coste de 5.000 dólares, un precio inferior al que en su día tenía el Concorde. Además, otras compañías como Airbus o la NASA también están construyendo este tipo de aviones.

En un futuro se verá cuál de las dos opciones es la escogida por los viajeros ejecutivos, los que posiblemente nutran ambas conexiones y diriman quién es el auténtico vencedor de esta loca carrera por ser el que más aguanta en el aire.