La ruta entre Da Nang y Hue, por una autopista aún sin terminar, ofrece bellas vistas tanto de la Costa como de la espesa vegetación del interior, especialmente al coronar uno de los puertos de montaña más famosos y bellos del país: el Paso de las Nubes. La construcción de un túnel de doce kilómetros ha hecho que solo los aventureros se lancen a subir la empinada y revuelta carretera para llegar a la pequeña fortificación de la cumbre usada por franceses y americanos.

 

Hue, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, es una de las ciudades más emblemáticas del país. El Fundador de la dinastía Nguyen traslado allí la capital desde Hanoi en 1802 en un esfuerzo para unir el Norte y el Sur, esfuerzo que aún sigue vigente. La construcción del imponente recinto imperial duró treinta años. Todo a imitación de la Ciudad Prohibida de Pekín, pero con arquitectura tradicional vietnamita y mucho menos empaque.

 

Gia Long se hubiera podido ahorrar el esfuerzo y el gasto puesto que los vietnamitas no parecen añorar el pasado, preocupados como están en ganarse un futuro más desahogado y estable económicamente. Pocos locales visitan la ciudadela, pero algunos, más bien algunas, han descubierto como sacarle jugo al turismo con una versión moderna del timo de la estampita. Las mujeres con ropa tradicional y algunas con sombreros cónicos piden al despistado turista que le cambien 20 euros por la moneda local, dongs, que ellas tienen y no aceptan en los bancos, a un tipo de cambio favorable. Algunos aceptan para darse cuenta veinte pasos después de que en vez de veinte euros han recibido diez y que la cambista ha desaparecido.

 

La ciudad imperial, que fue en gran medida destruida en la llamada guerra americana y recientemente rehabilitada, es uno de los centros turísticos más importantes del país. Los guías explican con todo detalle, sin apiadarse del turista, cada edificio, templo, palacio con un inmenso batiburrillo de cifras y fechas que es inmediatamente olvidado por el personal extranjero. El personal local está en la añoranza del futuro.

 

 

Al sur de Hue, las tumbas reales son una buena disculpa para una excursión en barco por el Río Perfume. También lo es la pagoda Thien Mu en la que guardan una importante reliquia revolucionaria: el automóvil en el que el monje ThichQuangDuc se trasladó a Saigón en 1963 para inmolarse prendiéndose fuego. Apareció en las portadas de la prensa mundial y dio alas a la revolución. La famosa SraNhu, cuñada del Presidente Diem por estar casada con el hermano de este, festejó el hecho como un ?barbecue-party?: ?Que ellos se quemen y nosotros aplaudiremos?. Unos meses más tarde, Diem y su hermano Nhu fueron asesinados por sus propios soldados. La señora se salvó por estar de viaje.

 

El Vietnam Central tiene magnificas playas y la cocina más compleja de todo el país. Al noroeste de Hue, donde el país se estrecha, se encuentra el Parque Nacional de PhongNhaKeBang, que con la contigua reserva laosiana de HinNamno forma una de las importantes zonas protegidas del mundo, tanto por la diversidad de la fauna como por los primarios bosques tropicales. Los cientos de cuevas, algunas figuran entre las mayores del mundo, y los espectaculares ríos subterráneos son un sueño para los espeleólogos. Como la exploración es reciente, de los años 90, y el traslado lento caro y difícil, la zona no ha sido todavía invadida por el turismo.

 

Más al norte la famosa zona desmilitarizada, una franja de cinco kilómetros a ambos lados del río Ben Hai. Se creó a consecuencia de los acuerdos de Ginebra de 1954, que dividieron en dos al país, Norte y Sur, siguiendo el paralelo 17.

 

De acuerdo con la lógica militar, la zona desmilitarizada se convirtió en la más militarizada del mundo al centrarse allí la guerra americana, como dicen los vietnamitas, con lugares tan emblemáticos del conflicto como la colina de La Hamburguesa a dos kilómetros de Laos.

 

Los americanos soltaron en la zona millones de toneladas de explosivos, un tercio de los cuales no explotó. Desde 1975, se inició con colaboración internacional un programa de limpieza de minas y otros explosivos, pero cerca de 50.000 personas han perdido la vida desde esa fecha y otros 125.000 han resultado heridos por explosiones fortuitas.

 

Allí, aparte de los explosivos, sólo queda la literatura y el cine. La mayor parte de los visitantes son americanos veteranos de la guerra. Los únicos que tienen añoranza del pasado.