Su lejanía de los grandes centros emisores de turismo y su proximidad a lugares inseguros, el Kurdistán turco, no parecen los requisitos más adecuados para obtener el tipo de notoriedad que se necesita para atraer al deseado turista. Sin embargo, no existe tal sensación de inseguridad.

Mi viaje se inició en Estambul desde donde volé a Malatya, ciudad de unos cien mil habitantes, la mitad de ellos kurdos. Esta localidad está situada en el denominado altiplano armenio, en la Anatolia Oriental, a unos noventa kilómetros de nuestro destino, el monte Nemrut o ?Nemrud Dagui? en turco.

Malatya es la capital mundial de los orejones, o al menos eso es lo que creen sus habitantes y los responsables del turismo regional. Lo cierto es que la meseta en la que está enclavada, rodeada de montañas, está cubierta por amplias extensiones de arboles frutales, la mayoría albaricoques dedicados a la producción de orejones.

La ciudad fue fundada en los años cincuenta del siglo XIX, cuando se trasladaron a ella los habitantes de la antigua Malatya, que había sidoafectada por uno de los frecuentes terremotos que tienen lugar en la zona.

Como en toda Anatolia, La mayoría de las mujeres van veladas, una tendencia que se inició hace menos de diez años con los gobiernos de Erdogan.

La venta de bebidas alcohólicas no está prohibida, pero su compra es casi imposible. Tan solo una pequeña tienda a la que nos dirigió la agencia de viajes ofrecía casi clandestinamente cervezas, whisky y ginebra. El gran ausente es el vino, que tampoco se sirve en ningún restaurante de la ciudad.

La excursión a Nemrud tiene una duración de entre dos y tres horas. Está programada para llegar al atardecer a los lugares de hospedaje cercanos al destino -no hay ningún alojamiento que merezca el calificativo de hotel-.La idea tras estos horarios es aprovechar la tarde para hacer una breve visita al parque arqueológico y ver el anochecer desde el monte.

El lugar de referencia es el túmulo donde se cree que está enterrado AntíocoI. Un monumento de de cincuenta metros de alto y ciento cincuenta de circunferencia situado en la cima de la montaña de 2.150 metros de altura. El frío del atardecer se va haciendo más intenso a medida que el sol se aleja hacia la cadena montañosa de los Taurus.

Enormes estatuas sedentes de piedra que han sido decapitadas y gigantescas cabezas de dioses griegos y persas, águilas y leones, que yacen misteriosamente en el suelo de las terrazas que rodean al túmulo. Es llamativo que mientras que las inscripciones y las facciones de dichas estatuas son griegas, los ropajes y los peinados son persas.

Antíoco Primero (65-35 AC) se proclamaba descendiente de Darío y de Alejandro, aunque probablemente lo fuera del General Oronte de Comagene, un hombre al servicio del rey persa Artajerjes y de la hija del último seleucida (Antioco VIII). A la muerte de Alejandro, el general Oronte gobernó haciendo del sincretismo cultural y religioso greco-persa una forma de vida.

Con su túmulo funerario, Antíoco inaugura un culto al ?Dios Rey? para él y sus sucesores en el Reino de Comagene, que duró hasta que Vespasiano lo anexionó a Roma (70-79 DC).

En la zona se organizaron algunas de las primeras comunidades de cristianos y fueron estos los que dieron lugar al nombre actual del monte, que es una derivación de Nemrod, el tirano arquitecto de la torre de Babel. 

Con el declive de la luz, la temperatura baja fuertemente. Cientos de personas, la mayoría turcos, van surgiendo de la nada para adorar al sol poniente. Con sus fuertes gritos de ?Alá Es Grande? interrumpen el magnífico espectáculo de las cercanas estatuas y de los montes Taurus recortándose contra el infinito.

De regreso al modesto alojamiento, una sábana por cama y cena con los víveres traídos de Malatya, entre los que no figuraba ni una humilde cerveza. Emprendimos un sueño tempranero pues había que levantarse a las cuatro para la adoración del sol naciente.

La aparición del Astro Rey fue acogida con idénticos gritos que la víspera, que de nuevo estropearon el placer de contemplar la belleza.

La primera referencia escrita del Monte Nemrut es del capitán (posteriormente, famoso general) alemán Von Molkt, que estuvo estacionado en la zona en 1835 apoyando a los turcosen su guerra con Egipto. Posteriormente, las excavaciones de Karl Sester en los años ochenta del mismo siglo coinciden con el descubrimiento del altar de Zeus en Pergamo o con los hallazgos de Schlimann en Troya. Pero fue la neoyorquinaTheresa Goell la que a partir e de 1954 dedicó su vida a la excavación de Nemrut. A ella debemos su estado actual.

Con la caída del turismo hacia Turquía, especialmente desde los principales mercados Rusia y Alemania, y la depreciación de la lira turcaes una buena oportunidad para una aventura en Anatolia.